Muchos autores han señalado el siglo XXI, como la era de las enfermedades mentales. Las estadísticas comienzan a señalar un incremento creciente de deterioros en toda la esfera mental, en la inhabilitación de estructuras emocionales o en la búsqueda de una eliminación de responsabilidades sociales.
La gran queja de la sociedad enferma es la violencia y su expresión desde lo individual (profundos deseos de muerte), hasta lo colectivo (pérdida de valores interrelacionales). La mente “social” está arrastrando una pesada carga queno pudieron solucionar las dos grandes Guerras Mundiales. El valor de las confrontaciones es la proyección de la violencia contro lo que es considerado hostil, una hostilidad que parte desde las actitudes hasta los conceptos, cultura y pensamiento religoso.
Necesimos un enemigo,inventado o real, sobre el que proyectar nuestras frustraciones. La sombra se va a poderando de muchas parcelas y enriquece, con su peculiar manera, las neurosis obsesivas, la presencia de inexistentes mitos, la necesidad de videntes y curanderos.
Somos más frágiles que nunca, porque el concepto de “seguridad”, de “confortabilidad” se va desgajando ante la imposición de las pulsiones como fundamento de la existencia. Las barreras de los principios de valor, de “la moral de las costumbres”, habita en un marco obsoleto. Las emociones suplantan a la razón por el simple hecho de desconocer el “profundo dolor que pueden producir”. Un gesto, un simple gesto…lleva una impronta que el ser humano ya valora como “predisposición al acto”. Este estado “de enfermedad” evoluciona desfavorablemente. El concepto de enfermo mental ha´ído evolucionando con el de las “prestaciones socilaes” y el de la medicina “con un fundamento humanista”. El miedo es un virus purulento y profundo que, habiendo servido para aprender a defenderse, pasa hoy por ser maneda de cambio en videoclubes. Se desea perder la razón en un coma etílico, porque la razón, la mente o los entresijos de lo no palpable…sirven de poco, cuando no se ven o no se pueden apreciar. Usted puede estar delante de una persona que valora su dimensión neurótica por encima de todo. Se autodestruye en esta ausencia de crecimiento en lo social, de maduración en el compromiso de lo cultural. La famosa Paranoia de la juventud, existe como tal. Dividirnos en dimensiones de personalidad fragmentadas es sencillamente probable. Hoy soy pero mañana…no recuerdo lo que ayer hice, lo que ayer dije. Los peligros de la “levedad en la memoria” permiten que las entradas de procesos “preconscientes” no se realicen. el ser autorrealizado termina convirtiéndose en un fagocito de su propio miedo, de su propia fragiidad. El espejo social refleja la distorsión de un bestiario. No estamos lejos de cierta etapa de la humanidad en la que razón y temor formaron parte de autoritarismos enfemizos, de justificaciones “per sé”, de todos estamos en el mismo barco: en el barco de los locos, en un “viaje a ninguna parte”.
Lejos de ser una reflexión negativa…permitamos que provoque en nosotros respuestas y sensaciones. El principio de realidad comienza a resquebrajarse por todos los lados. Puede ser peligroso quedase con un “trozo del espejo” para mirarse como Narciso.
Un comentario sobre “De la levedad del ser: ausencia del otro.”
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!Un aplauso grande a tu sensacional reflexión!. Posiblemente ya estamos llegando a la Hora Cero de la mente humana y comienza la Era de la Fagocitación de los Seres. No sé que deparará esta nueva era pero estoy seguro dee que los espejos sociales ahora mismo están bastante deteriorados. Es necdesario volverlos a hacer lucir con la nitidez de una clara salida a nuestras enfermnizas situaciones. Se valora tanto el glamour de lo juvenil que me parece que se ha cfonvertido en una senectud de la conciencia. La memoria se nos está quedando demasiado atrás y al Siglo XX nos lo están presentando como una calavera de Atapuerca. En fin. Los medios de comunicación deben ser conscientes de una vez por todas…