Y te convertiste en lágrima secreta de mi alcoba
cuánto más fuerte soplaba el viento del otoño…
cuando los álamos del río se doblegaban bajo el peso
del viento frío; y la gélida atmósfera del sentimiento
hacía añicos el mar de cristal de tus llantos.
Te convertiste, rauda, en paloma de las primaveras
trayendo entre tus alas el leve abanico del rocío…
y supe que, en ese instante, junto al delirio azul
de la madrugada vivida bajo una estrella roja
-encendida la alcoba de todas mis difíciles pasiones-
incineraste mis ideas a modo de humo pasajero
hasta invertir las horas de mi corazón.
Ahora sé que puedo amarte sin demasiadas reservas
en el instante en que busco todos mis caminos
bajo la almohada de tus besos humedecidos
por el llanto canela del abismo…
Y sé que tengo entre mis manos tus sonrisas
abiertas en una capa de hielo derretido
que forma, en sí misma, el leve terciopelo
de mis suntuosas fatigas.