Siempre me habían atraído muy poco, por no decir nada, las matemáticas en general. La geometría en el colegio me espantaba, los problemas aritméticos me mareaban. Con los años, quizá debido a que tuve que trabajar mucho con números en una determinada y bastante larga etapa de mi vida laboral, llegué a cogerles cierta afición, sin pasarme. Si ahora mismo mi vida dependiera de resolver una raíz cuadrada, por sencilla que fuera, y sin calculadora, perecería en el intento.
Sin embargo sí que me interesan las curiosidades que tienen que ver con las cifras: por ejemplo, en alemán (y supongo que en el resto de las lenguas germánicas, salvo en inglés en la actualidad), al decir una cantidad se mencionan primero las unidades y a continuación las decenas.
Viajando en tren por Alemania, si se visita el coche restaurante y se pregunta el importe a pagar, es normal que el camarero tenga papel y bolígrafo a mano para escribir la cantidad, porque son conscientes del lío que puede uno armarse. En la literatura inglesa del siglo diecinueve podemos ver que se mencionaban igualmente (residuos previos a la invasión normanda) las unidades antes que las decenas.
Estoy leyendo un libro interesante, no ya por el relato en sí, sino principalmente por la introducción o presentación que de cada capítulo hace el autor. El libro se llama “Los jardines cifrados” de Carlo Frabetti, boloñés residente en España que habitualmente escribe en castellano. El capítulo más interesante para mí, hasta ahora, es el que se refiere a los cuadrados mágicos, que tuvieron mucho auge durante el Renacimiento, aún cuando parece ser que en la antigua China ya se conocían desde el III milenio a. C. Existe la leyenda del desbordamiento de un río; la gente, temerosa, intentó hacer una ofrenda al dios del río para calmar su ira. Sin embargo, cada vez que lo hacían, aparecía una tortuga que rondaba la ofrenda sin aceptarla, hasta que un chico se dio cuenta de las peculiares marcas del caparazón de la tortuga, de este modo pudieron incluir en su ofrenda la cantidad pedida (15), quedando el dios satisfecho y volviendo las aguas a su cauce.
Igualmente conocieron combinaciones de esta clase indios, egipcios, árabes y griegos. A tales cuadrados, las diferentes culturas les han atribuido propiedades astrológicas y adivinatorias portentosas, grabándose con frecuencia en talismanes.
En el grabado de Durero “Melancolía” aparece, en la parte superior y a la derecha, un cuadrado mágico. Y precisamente en las dos casillas centrales de la parte inferior del cuadrado aparecen las cifras “15” y “14”, que forma el año de realización del grabado, 1514. También la Sagrada Familia de Gaudí exhibe su cuadrado mágico.
!My interesante, Carlota!. !Me deleité leyéndolo y lo vuelvo a releer porque es realmente agradable tu investigación!. Perfectas tus explicaciones y verdaderamente llamativas por su deleite…