El aire cálido y húmedo eran cosas que Miguel García no soportaba del puerto. Podía soportar un puñetazo en la cara, un revolconazo de un toro, un trago de guaro en seco y hasta una mujer brava, incluso tan brava como doña Flor, que de flor no tenía nada y mucho menos el olor. Pero eso es otro asunto. La lluvia torrencial y perpetua, caía sobre el techo de zinc de su casa y ni eso le asustaba a Miguel García, aunque el viento desgarrara su casa, él dormía plácido y ligero, -como un chamaco después de comer de teta- siempre decía él.
Su casa no era gran cosa, era pequeña y parecía que sufría de hambruna, como él. Aunque en más de una ocasión nos demostró que bajo sus pellejos jalados guardaba fuerza bruta -Son las espinacas y el guaro- nos decía con la cara colorada empapado en sudor a todos los chiquillos en la plaza.
Fue un hombre de mil historias y también de mil mujeres, a todas les prometía amor y el cielo infinito. Una vez contó que llegó a tener siete novias. Cada una estaba en diferente provincia, -!Claro! nunca se iban a dar cuenta- contaba Miguel García. Una vez estuvo visitando a la de Limón, una negrita culona que vivía en el centro. Le enseñó a hablar patuá y de todo. Casi, casi se nos casa el hombre, bueno lo casan, porque lo pillaron retozando en una tierra sin patron con la mujer de piel moca, y a como vino al mundo, lo sacó el tata de las matas, con un chilillo para arrearle en las nalgas. –Casi me agarran- contaba- Pero justo en ese momento se vino el terremoto de Limón. Se movió tanto el piso que me caí chingo en la calle intentando ponerme el pantalón para correr y para “piores”, todos echaron carrera a la calle y me vieron con el racimo afuera- Todos nos destornillabamos de la risa con sus ocurrencias. Pero tarde o temprano sus andadas de saguate lo llevaron a la tierra más rápido de lo que el hubiera querido.
Metió su mano donde no debía, miró las faldas que nadie debía ver y aunque por mucho tiempo se la jugó, le cayó al final su san Martin.
Todos creemos que, si no hubiera sido por el fin de semana que estuvo de tanda en los carnavales, Miguel García no se hubiera volado solo a tres, sino a los seis. No se hubiera arrastrado, los hubiera arrastrado a ellos. Pero al final, como perro terminó, pero eso sí, con su dignidad y orgullo bien puesto, sin pedir perdón, ni piedad, se fue maldiciendo y cagándose en esos –hijueputas- como gritó.
Por aquello de que tengan dudas con algunas palabras.
Glosario
Saguate: Perro que no es de raza, generalmente callejero. Acuñado a hombres mujeriegos.
Limón: Provincia en la costa Caribeña de Costa Rica.
Tanda: Irse de tanda, cuando una persona se va de fiesta toda la noche tomando licor.
Tata: El papá de alguien
Patuá: Es dialecto de la zona de Limón, oficialmente se le llama mekateliu.
Chilillo: Hecho de las venas de las hojas de plátano.
Hacaria me encanta el texto. Está, para empezar, muy bien escrito, muy correcto.Usas ese tipo de giros que me recuerdan mucho al García Márquez de Cien años de soledad: el relato de cuando Miguel estaba acostándose con una de ellas pero le salvó el terromoto es tremenda y muy entretenida. Idem con lo que han dicho: se me ha hecho hasta corto. ¡Felicidades!
Y cuántos hombres habrán así,mamma mía!.
Realmente un relato, que me hubiera gustado que siguiera un poquito más.Un abrazo!
Buen relato por su sinceridad. !Jamás me gustaría ser Miguel García!.