Tan fuerte es el vender los silencios
que la vida nos cosecha de luces
y en el cómputo general de la sombras
existe siempre un árbol sembrado de razones
que son los acordes del sueño de las horas
pendientes de una primavera de flores con fuego.
Las golondrinas, perfumes del viento,
dan vuelos entre el aire y las caricias,
y bajo el canto vivo de las inquietudes
está siempre una primera vez de asombros.
Sí. Las nubes pueden ser violetas
abiertas en el más allá de las tierras
y en las calles soledadas las huellas
se quedan impresas como versos en las esquinas.
Quizás algo de mí vagabundea en los misterios
que se extienden para no volver
porque son saludos a las lluvias
y al viento y al sol y a las estrellas.
Y, muy abiertas, las horas de la mañana
me dicen adiós con sus cadencias
de amores casi de oro en el mes de mayo
desnudo de estas semillas amanecidas.
Soy un soñar de álamos en la urdimbre
del misterioso sonido de las rosas.