Delirium Tremens

Ahí él tomaba el té mientras el agua corría,
y lento, sorbo a sorbo, saboreaba la infusión.
Su cara denotaba ya la triste dulzura,
hablaba del sin sentido de una existencia fría
de lo que se siente llegar a tan trágica conclusión,
dijo que el azúcar por tan dulce ya era amarga.

“Esa es su escencia” con ternura nos decía
y exhortaba a nuestras almas para amar con pasión
“¡nunca, nunca teman al camino su angostura…!”
nos exclamó mientras su harapiento bolso abría.
“Brillen humildes, puros… ” -advirtió con precisión-
“¡Soberbio, la ruta de los buenos es más larga!”.

Luego de ese grito a su ex-socio que ahí estaría,
(según él, percibía ya una mala pretensión)
acestó un golpe certero en la estructura
de quien su vida había arruinado (ahí lo veía)
pero igual aún se mantenía su corrosión,
por esas cosas del dinero enterró la daga.

Su esposa (que fue también amiga de la infancia)
por motivos de negocios no lo acompañaba.
Con su ex-socio ella alegre por fuera, muerta por dentro,
su vida siempre escoltada por la desgracia
de que la hubiera vendido aquel que ella amaba,
allí en la desdicha del maldito desencuentro.

Practique lo que predique,
le juró amor eterno
¡la mandó al crudo averno
pero se fue usted también!

Cállese, don Eduardo, cállese…

Y ahí calló,
y ahí…
murió.

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