Desconoces

DESCONOCES

Estás de pie en el pasillo de la farmacia, como cada fin de mes con ese abrigo negro rozando el piso, tus ojos penetrantes invaden el recinto, ansiosos tal vez… no lo sé.

El guardia te mira con sospecha, mas yo te conozco y espero que recorras el pasillo lentamente, no lo sabes , pero siempre cuento cada uno de los cuadrados cerámicos del piso sin despegar la vista de ellos.

Cada fin de mes, tú llegas a la misma a la hora y yo me contento con percibir tu aroma a Calvin Klein , sentirlo cerca, aunque sea por escasos diez minutos, lo que demoras en extraer tu tarjeta de crédito, deslizarla por la caja de debito, digitar tu contraseña, y luego irte… recuerdo aquel día cuando la Otra apareció tomada de tu mano y deslizó frente a mis ojos un test de embarazo. Esa tarde supe que serías padre… la miré con recelo, con odio, con desdén, luego que digitaras tu contraseña, te entregué tu compra y salieron juntos… también se iba parte de mi sueño con aroma a Calvin Klein y un embarazo que no me pertenecía, como tampoco me pertenecerían las risas en el parque los días domingo, ni las escenas de amor, ni nada. Y allí aquella tarde me quedé tras el mostrador con un sabor agridulce en los labios, atendiendo la próxima venta…

Ahora que te veo avanzar busco tu perfume entre el aroma aséptico del recinto, es mi forma de quererte, es mi manera de recibir algo que me das sin darte cuenta.

Tú no sabes, mas me he vuelto una seguidora de tu paternidad, recuerdo cuando al segundo mes de embarazo, volviste con ella… la muchacha padecía ya los síntomas de fatiga y náuseas, baja presión y cansancio: todos los efectos de lo que en obstetricia llaman “síndrome general de adaptación”. Eso me permitió mirarla con menos desdén y señalarle simplemente:

-Mi abuela decía que cuanto peor se sintiera la embarazada mejor era el embarazo.- mientras guardaba en bolsitas blancas supositorios, vitaminas, fierro y calcio. Ella sonrió débilmente, entonces tú pusiste tu mano sobre su espalda, en un acto que me contrajo el corazón de celos.

Las siguientes visitas las hiciste solo, y siempre llevabas contigo metroclorpramida, y medicamentos “uteroinhibidores”, al parecer ella debía guardar reposo en cama… lo desconozco. ..sólo sé que antes de salir de la farmacia te volviste y me preguntaste si tenía hijos, yo me había ruborizado, y había contestado rápidamente que no…entonces me miraste y sonreíste, como si me hubieras visto por primera vez.

Una tarde, apareciste, de improviso, no había acabado el mes y sólo me di cuenta de tu presencia por tu aroma… ese aroma que ahora siento cada vez más cerca, mientras cuento las baldosas que te separan del mostrador… esa vez, sólo fuiste por un pote de helado, y comentaste que los antojos se habían alojado en tu casa… reímos y frente a la pregunta de mi colega Carla acerca de qué esperabas hombre o mujer, dijiste que sería mujer… “te acompañará ” pensé mientras te alejabas con tu pote de frambuesa helado.

Ya estás frente a mí, este mes estás más delgado, la barba a medio florecer, te miro, sé que es un acto de egoísmo horrible, discúlpame, mas debo confesar que ante ti todas las ideas inteligentes- si es que las tengo- desaparecen. Carla sin darse cuenta ha tomado tu pedido, quiero detenerla, mas es tarde, ha digitado su clave y tú te dispones a introducir la tuya. Entonces nos miramos, ya no sonríes, sólo miras más allá del mostrador, no me percibes , coges la bolsa que Carla te extiende y es allí donde comprendo… sólo han pasado cuatro meses y estás comprando anticonceptivos, deseo preguntarte sobre tu hija, mas tú giras y te alejas con tu aroma… en la puerta de la farmacia alguien te espera, es la Otra, más delgada, más triste y más opaca… algo me dice Carla, mas no la escucho, sólo siento el aroma de Calvin Klein desvanecerse lentamente…y lloro en silencio una pérdida que no me pertenece.

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