Los comodines de la noche
desataron el temporal
esperando que reviva Dionisio.
Abrieron las ventanas
de aquel cuello azul
de porcelana,
que necesitaba de la necesidad.
Ya no alcanzaba
el maquillaje para disfrazar
penas, no era suficiente
entender el juego de un niño.
Y la ventana contaba las horas
ilustres, imaginadas desde el sueño
de ayer.
Después ya era otoño.
Había pasado de moda
el mantel que te esperaba
cada mañana,
cansado de parecerse
a un bar, a un mar de tentaciones.
Después llegaron los nexos,
hábiles paréntesis atemporales,
que demoraban el apuro.
El futuro tenía,
en el espejo,
forma de comodín.
Tenía cara de quererse. Desabrigado.
Entonces ya era invierno.
Los ases no estaban a la venta.
Siempre tan porofunda en tu poesía Celeste. Un profundo ahondar en los tiempos conexos que se hacen atemporales salvo que los encadenas con las estaciones del año. Desde la aparición en tu poema de un imaginario verano lleno de expectativa nocturnal (con su interpretativo sueño incluido) hasta ese invierno en que los ases se quedan como posesión invendible de cara al futuro, nos deslizas (tobogán de apuros y comodines) por el otoño del mantel cansado de apariencias. Es de difícil ionterpretación tu poema construido en base a paralelismos poéticos llenos de versos libres y blancos, con el ritmo recogido en la síntesis del paso del tiempo. Planteas una sucesión de estados de ánimo que logras empatar muy hábilmente con la consecuencia interna de cada uno de ellos. !Es muy bueno el poema, Celeste, como siempre que te lanzas a crear profundidades!. Te felicito. Me haces pènsar… te envió un beso muy vorémico.
“Los comodines de la noche”, me encanta esta metáfora por la evocación al azar del juego ¿del amor?, la idea del paso del tiempo como pasan los minutos de una partida y esos ases, “Los ases no estaban a la venta”, que dejas en la mesa perdiendo la oportunidad de ganar la partida.
El juego del amor es un juego que no siempre se gana.