Quito, 15 de enero de 2005
Ha cambiado el clima en la ciudad. Llueve. Las isobaras de mis pensamientos y las isotermas de mis sensaciones se han volcado en un encuentro con La Princesa que ha resultado tener un final feliz. Liliana y Jenny están contentas porque su amiga la francesa les ha enviado patés, embutidos y chocolates desde la lejana París y yo me voy a los límites cercanos de mi corazón para intermediar entre Oskar y la ancianita que sólo sabe sufrir…
Tarde de isobaras e isotermas cambiando el mapa de todas mis fantasías. Posiblemente mañana tendré que recomenzar con la ardua tarea de empinar las cuestas de las cuentas pendientes… y recuerdo que aún me quedan ajustar mis propias cuentas contigo, rival de las pesadillas convertidas en volcánicas sugerencias de historias europeas…
Cae la noche en la ciudad. Cambian las isobaras de mis pensamientos y las isotermas de mis sensaciones y me acuerdo de tí, Greta, esperando… esperando a que mi pluma le dé de nuevo alas a tu espiritualidad y tu romance. Permite que goce solo por unos instantes este placer de saberte mía y perdona mis distracciones en las cantinas de mi memoria…
Ahora apuesto que es mejor enfrentarse con el rival de enfrente, ajustarle las cuentas al diosecillo de Montana, y cablagar de nuevo por la meseta de tus sentimientos. Las isobaras y las isotermas vuelven a su respectivo lugar para que la armonía vuelva a lucir en el centro de todas mis animosidades. Me voy con Ella a finalizar la primera mitad de esta historia de amor y de romance.