San Juan, 3 de octubre de 2005: Escala en Puerto Rico
Hemos salido, esta mañana, del Aeropuerto de Quito. Allí han estado nuestros familiares para despedirnos. Liliana está triste pero yo le explico que no sucederá nada malo, que regresaré pronto, que vamos bien protegidos y que si es que gano algún dinero con todo esto la voy a invitar a ese viaje a las Bahamas que le tengo prometido desde hace tiempo. Lo de,ás, los nervios y las inquietudes, no lo dejo aflorar. Una vez todos tranquilos nos tomamos un café y nos dirigimos ya hacia el avión de Lan Chile. No va directo a París sino que hará escala en Puerto Rico. En el corto trayecto hasta el país de los boricuas Salat se ha sentado junto a mi y me ha ido explicando varios detalles sobre nuestro viaje.
Vamos financiados por una ONG de Derechos Humanos, Diners Club y la revista Vistazo, además de un importante aporte de un organismo de la ONU y otras pequeñas ayudas extras que nos bienen muy bien para completar el presupuesto de gastos. Todo esto hasta Istambul, porque a partir de ahí estamos invitados por el grupo de kurdos con quienes vamos a convivir en sus montañas.
Toda ha ido bien hasta San Juan pero aquí, en Puerto Rico, nos informan que tenemos que esperar 6 horas para tomar un nuevo avión hacia París… así que nos vamos a almorzar al restaurante del aeropuerto porque tenemos un hambre canina. No sé cómo ni cuándo pero terminamos la comida hablando de Fernando Alonso y la fórmula 1. Reynaldo es un fanático del automovilismo y rememora a viejas glorias de este deporte. Aprovecho para sacar a relación a Stirling Mos, “el campeón sin corona”, y cuando estoy en plena explicación de lo que aprendí se niño sobre él, aparecen, de repente, dos explosivas portorriqueñas con piernas de escándalo y se sientan en la mesa de al lado. Alex está recien separado de su ex-compañera sentimental y Reynaldo es soltero. Fausto y yo estamos casados pero ayudamos un poco a romper el hielo con las portorriqueñas no sin antes haber sido avisados muy seriamente por Salat de que no comentemos nada de nuestro viaje al Kurdistán. Después de un rato de “enganchar” con ellas yo le pido prestado la computador aportátil al holandés y me aparto del grupo para, al lado de Salat, transmitir estas notas al Vorem. Mienntras lo hago, el amigo kurdo, que está entusiasmado cuando habla de su gente, me hace varias indicaciones de la geografía de la región que vamos a visitar. Yo le pongo mucha atención, porque me contagia su entusiasmo, mientras teclleo para vosotros.
Alex, Reynaldo y Fausto están en pleno apogeo con la charla que mantienen con las portorriqueñas cuando nos avisan de que ya podemos embarcar para París. Sigo con mi mirada las maravillosas piernas de ellas, que se han hecho muy amigas de mis compañeros, y me dispongo a cerrar eçla computadora. Si no hay imprevistos fuera de lo común mañana estaremos en París…