Dijo que mirara a sus espaldas ¿desde dónde?

— LA CONSCIENCIA –
No tengo perdón.

— LA CONTRADICCIÓN –
Perdone las disculpas, comprendo perfectamente que no este de acuerdo con lo que voy a decir. Su método no sirve. Y usted pensará, ¿Por qué?; lo pensaría si tuviera interés en lo que voy a decir, suponiéndolo yo contestaría: Su método no me sirve, si fuera mío sería otra cosa. No es que desee desaprobar sus estudios, desacreditar su opinión, ni siquiera perjudicar su naturaleza, lo único que espero es que podamos entendernos.

— LA CONSCIENCIA –
Yo siempre pensé de la manera más eficiente.

— LA CONTRADICCIÓN –
A veces eso no es suficiente, esa manera solo sirve para el momento de pensar, pero no para después.

— LA CONSCIENCIA –
Pero a mí me dijeron que se piensa conscientemente después de actuar, y que se actúa por impulso inconsciente del pensamiento. Digámoslo así, lo uno es lo otro y viceversa.

— LA CONTRADICCIÓN –
¿Quién es el pensamiento? No le conozco, debería controlar sus nervios. Sé que es complicado hacerlo, requiere de mucho entrenamiento y sobre todo de poca intención.

— LA CONSCIENCIA –
Usted lo que quiere es confundirme, cosa que agradezco, pues si quisiera aclararme estaría bajo su control.

— LA CONTRADICCIÓN –
Veo que empieza a entenderme, lo cual será mucho más confuso para usted. Propongamos un juego.

— LA CONSCIENCIA –
Bien, busquemos la espontaneidad. ¿A eso se refiere?

— LA CONTRADICCIÓN –
Yo siempre actúo de una forma espontánea, tenga en cuenta que dependo de lo que usted me diga.

— LA CONSCIENCIA –
¿Tal vez sea al revés? Usted me provoca.

— LA CONTRADICCIÓN –
Juguemos entonces.

— LA COHERENCIA INFUNDADA —
¡Buenas tardes!

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