– ¿De dónde vienes¿
– De los rosales del mar amigo vengo.
– ¿A dónde vas?.
– A sembrar semillas de gorriones en los secos arenales de la existencia.
– Qué buscas?.
– La incógnita sorpresa del amanecer diario.
– ¿Quién eres?
– Posiblemente una partícula de viento.
– ¿Cómo vives?.
– Como el momento efímero de la Eternidad.
– ¿Dónde resides?.
– En el océano interior de los girasoles de Van Gogh (con la verde locura de las savias vespertinas), en los cantares populares de algún juglar perdido en las noches del Tiempo, en las rosadas albas de los nochueños de Vorem, en…
– ¿Por qué existes?
– Porque estás tú…
Sin preguntas, sin respuestas, tal como hemos nacido y nos iremos… sin cálculo infinitesimal y sin apenas decir que somos quiénes somos sino solo sintinedo que la hierba es verde pero también puede ser roja, amarilla, violeta… de cualquier color que sean tus huellas o esa palabra que dejaste escrita en las arenas de una playa y que besaron las olas del mar antes de ser introducidas en la caracola de los infinitos.
– ¿Hasta cuiándo?.
– Hasta cualquier segundo antes, ahora, después… porque muero porque no muero y de tanto no morir renazco en el interior de todas las sensaciones aunque mi cuerpo se haya evadido de la cárcel de las terrestres palabras.