DNI

Hoy amanecía a las 3:30 de la mañana. Y no crean que me guste la madrugada ni menos madrugar, pero aquí (al menos) hay que levantarse más que temprano para conseguir renovar el D.N.I.
A eso de las cuatro llegamos (yo acompañado de mi hermano) a las oficinas de la policía nacional. Día a dia solo reparten 55 boletos para el DNI y a mi a esa hora me toco el 48. Por poco.
Los que más, desde las diez de la noche del día anterior esperando en la puerta para ser los primeros con su DNI. Los que menos, llegaron a eso de las seis y no consiguieron puesto.
Nada más sonar las seis en punto aparece un personaje: una mujer, andaluza o gitana no sé, que, cómoda ella, llega a la cola con su mantita recién sacada de la cama. Pregunta que número hay. Señora, no quedan.

¿Cómo? Yo quiero ver al jefe de policía, hombre ya… necesito los carnéses… La de Dios. El poli que atiende a la mujer se muestra aturdido: no sabe que hacer ni a quién llamar. Finalmente la mujer vuelve al coche. Vaya, ya no se vuelve a saber de ella. Una de las chicas que se encuentran en primera fila, orgullosa, le cuenta a la otra “pues yo como oí que había gente que venía a las 12 de la noche pues me vine antes…”
A eso de las siete empiezan a organizar filas, nombrando por lista (lista no oficial hecha por la gente que allí estaba para organizarse. Coño, bien hecho) y como no me tocará en un rato ni presto atención. ¿Macarina? O Macorina, o Macarena, algo así pone aquí. ¿Está? Siguiente.
Suena mi nombre con voz carrasposa y me meto en la fila. Entro y delante mía hay dos chicas visiblemente mayores que hablan y parecen mirarte. Y rien. En otra ocasión me habría puesto nervioso, pero no hoy.
Dos puestos delante mía veo a un anciano hablando pero no le oigo nada, no entiendo que dice. Sin embargo el que le escucha asiente, y me fijo en el agujero que asoma por su garganta. Buah, lo que hace el tabaco, pienso.
A las siete y media hay bastante silencio y solo se oye a varias personas, de esas que nunca dejan de hablar y siempre arman la marimorena. Una señora algo mayor se descojona de la risa por queseyoqué, y cuando me fijo bien y se vuelve contra mí descubro que entre colmillo y colmillo no tiene un solo diente. Entre sus risas vuelvo a escuchar a la chica “si, a las doce, llevo aquí desde las doce…”
Quedan unos cinco minutos para las ocho para que aparezca el policia y ya todo parece haber acabado, pero ahora el tiempo se me pasa más lento. Improviso jugar al pinball que viene con el móvil. Bien, el recórd esta en seis millones. Me decido a superarlo pero los nervios o algún otro sentimiento no me deja pasar de los cien mil puntos. Vaya, dejo el maldito móvil y la mujer vuelve a la reír.
Por fin, a las en punto, se mueve la fila. “Menos mal, desde las doce aquí…” dicen por ahí. Vale, tia, ¿que quieres, un premio por llegar a las doce?, pienso. Menos mal que llegamos mi hermano y yo y cogemos sendos boletos para luego ir a otra fila… El sol empieza a despertar y justo entonces se apagan las farolas. El cielo esta aún anaranjado, pero en fin, la pesadilla ha terminado…

Un comentario sobre “DNI”

  1. Bien, ismael, bien. Me gusta cómo has relatado el texto. Un asunto diario y cotidiano te ha hecho plasmar algunos puntos muy curiosos para ser analizados. Tienes gran capacidad de observación y eo es muy bueno para escribir. Por cierto, aprovecho para darte las gracias por tus comentarios y decirte que si, que tú también escribes de maravilla.

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