Dolores inconfesables

Miré una flor abrirse al sol
y era toda una Creación,
a la gaviota sobrevolar el arrecife
y era el dinamismo creador, espiral,
pero adentro mi espíritu era
aquel tigre de piedra milenario
agazapado por siempre entre la maleza
vigilando impasible los astros
mientras la vida,
mutada en sinfin de formas,
carcomía mi piel de mineral.
El viento desmenuzaba el gemido
que me brotaba por los ojos aquel día.

Deja una respuesta