A un lado ruge el mar; al otro lado rugen las gentes. Contrapuntos de exremidades que convierten los diálogos deportivos en griterío irracional. Los que somos de la familia del balón, pero de manera autónoma, tenemos nuestra propia trayectoria. El balón nada tiene que ver con los rugidos y sólo obedece al jugador que lo sabe templar cuando está en el campo, distribuyéndolo en corta, en media y en larga distancia, a sus propios compañeros sin dejar de observar la situación de los rivales. El balón sólo hace caso al jugador que lo templa sin mirar para nada a los tendidos (como los buenos toreros sí señor) y no duda a la hora de erigirse en líder sin tener en cuenta si lleva el brazalete de capitán o no lo lleva.
Él es el Ocho y eso es lo que hace que el balón obedezca sus órdenes más allá de los rugidos del mar y los rugidos de las gentes fanáticas que no entienden que el balón forma parte de un deporte de equipo pero que sólo obedece cuando alguien, el número Ocho, lo templa, lo distribuye entre sus compañeros sin dejar de observar a los rivales y, si es necesario, marca el gol decisivo cuando sus compañeros no pueden hacerlo.
Para hacer que Don Balón te obedezca no es necesario hace mil “cascaritas” que son ineficaces a la hora de la verdad, no hace falta golpearlo mil veces con la cabeza que son efercicios ineficaces a la hora de la verdad y no hacen falta hacer mil bicicletas o mil malabarismos (propios solo del circo y no del fútbol a la hora de la verdad), sino tener la mente clara y lúcida (digan lo que digan los demás), descubrir la colocación de los compañeros y de los rivales y dar el pase al jugador mejor colocado y no al que ansiosamente te lo está pidiendo. No. Don Balón, el verdadero juez del fútbol, mucho más allá que el árbitro, los comentarios de las gentes que no entienden qué es esto del fútbol ni los análisis de algunos periodistas que creen que en el fútbol se usan los contragolpes cuando lo que se usan son los contraataques por citar solo un ejemplo de lo mucho que desconocen… sólo obedece al que traza líneas imaginarias que de repente dejan de ser imaginarias y se convierten en pases reales. Don Balón sólo obedece al jugador que crea espacios imaginativos cuando todos creen que no existen espacios ya para poder avanzar. Don Balón sólo obedece al que deja a un lado los ejercicios circenses más o menos brillantes y sólo se dedica a jugar al fútbol. Lo demás: la victoria, el empate o la derrota ya no importan tanto.
En el fútbol lo que importa es el grupo (esto lo saben todos los que han estudiado Sociología dentro de los que es la Comunicación Social y que por eso es una de las materias que existen en la Carrera de Periodismo). Y es que Don Balón, sin esa clase de líderes naturales (lleven o no lleven el brazalete de capitán que a veces sí lo llevan y a veces no) obedece siempre al Buen Ocho que al Divo Diez. Lo afirmo para que más de uno reflexione…