Drogas: ¿por qué no?

Giuseppe Zaffaroni
“Drogas ¿Por qué no?” Me gusta este título. Me gusta porque suena como un desafío. Ya, ¿por qué no drogarse? ¿Hay algo más interesante, más gustoso, sobre todo más verdadero por lo cual vale la pena dar la vida? Nosotros, los adultos, padres y maestros, ¿qué alternativa tenemos para ofrecer, qué alternativas proponemos de hecho a nuestros jóvenes? Ésta es la primera y fundamental cuestión que quisiera plantear hoy con mi intervención.

A menudo les decimos: “Haz deporte. Crecerás sano y robusto”. Sí, gracias, qué bueno, así un día moriré más sano y robusto que los demás…

“Estudia, empéñate, serás un profesional…”
¿Realmente pensamos que valga la pena vivir para volverse un buen profesional, es decir, un buen engranaje en los mecanismos de la producción y de la organización social, un elemento útil y funcional al poder de otros?

“Pero, así mañana serás un profesional, una persona de bien”. Ya, mañana. Y ¿ahora qué? ¿Qué vence la soledad y la tristeza presentes? ¿Qué vence la nausea de la rutina, el vacío, el sentimiento de inutilidad de las horas que pasan? ¿Qué me libera de esta impresión de sofocamiento que me asalta cuando estoy en el salón de clase o detrás de una caja en el supermercado donde trabajo? ¿Qué me hace soportable la vida cuando tengo la impresión de que no les intereso a nadie y nadie me interesa a mí?
“Ándale, ¡qué pasa! eres joven, gózate la vida, diviértete, pásala bien, un party, una cervecita bien fría, un salto a la playa, pronto llegarán las Justas…”.

Si el ideal de la vida es el sentirse bien, el pasarla bien, el pasarla chévere, entonces hablémonos claro: será difícil encontrar razones para decir no a la droga. Alcohol, sexo y droga: ¿qué ingredientes más eficaces nos ofrece nuestra sociedad para salir del aburrimiento de una vida que no tiene sentido, con la cual no se sabe bien qué hacer? Es el modo más simple para dar un poco de sabor a una vida sin sabor. ¿Estamos seguros de que cine, televisión y videojuegos sean alternativas verdaderamente válidas para vencer el aburrimiento y decir no a las drogas?

Y ¿es suficiente advertir a los jóvenes: la droga es peligrosa, te hace mal, te quema el cerebro?
Sí, si la vida tiene un sentido; sí, si la vida está dentro de un designio bueno que hay que descubrir; sí, si vivir sirve para algo o para alguien; sí, si hay que cuidar la propia vida, conservar la salud y las propias energías porque hay algún ideal grande por el cual vale la pena consumirse.
Si no, no. Si todo es nada, si el mundo y la vida no tienen un origen y un fin, si venimos de la nada y hacia la nada vamos, entonces que cada quien, esperando la muerte, se entretenga como puede, con el juguete que mejor le distraiga.
Si el universo entero y nuestras vidas no tienen un sentido, no podemos hacer nada para dárselo: darse metas, objetivos, sería un autoengaño, y cada quien sería libre de auto-engañarse y auto-ocuparse con lo que quiere. Total, todo sería igualmente inútil.

Decía Teilhard de Chardin: “El mayor peligro que puede temer la humanidad de hoy no es una catástrofe que le venga de fuera, una catástrofe cósmica, no es tampoco el hambre ni la peste; es, por lo contrario, esa enfermedad espiritual, la más terrible porque es la más directamente humana de las calamidades, que es la pérdida del gusto de vivir” (El fenómeno humano, parte III, Taurus, Madrid, 1965, p. 279).

La “pérdida del gusto de vivir”: éste es el terrible abismo de la nada que se abre bajo los pies de nuestros jóvenes y la droga es sólo uno de los modos más clamorosos y evidentes con el que la nada nos devora.

He aquí la segunda cosa que quiero decirles.
Quien hoy hace uso de drogas necesita toparse con adultos o compañeros que simplemente hayan encontrado el modo de no renunciar a la búsqueda de la satisfacción de sus deseos más originarios y profundos.

La droga es mala porque reduce el alcance de tu deseo. Y, por tanto, el alcance de tu humanidad. El corazón del hombre no está hecho para ahogarse en un poco de placer, para la evasión, para el sentirse bien. Esto es falso, como es falso que el cuerpo te pida la Coors light.

Y esto lo sabemos, porque todos hemos experimentado la insatisfacción después de haberla pasada bien una noche o la decepción después de un éxito profesional. ¿Y ahora qué?
El punto es no detenerse ahí. El punto es no entrar en el ciclo de la repetición mecánica de experiencias que ya sabemos insatisfactorias: más sustancia, nuevas combinaciones, más sexo, nueva pareja… Esta insatisfacción es el punto de partida de un camino. Sin esta experiencia de insatisfacción no nos preguntaríamos nunca seriamente: “pero, yo, ¿quién soy?” “¿Cuál es mi destino?”. Es la voz del Misterio que nos hace, que desde dentro de nuestra misma experiencia nos habla. La insatisfacción, la nostalgia, las tristezas no son señales de baja autoestima, no son algo que hay que borrar, callar u olvidar lo más pronto posible. Son recursos de nuestra humanidad, son las señales que nuestra humanidad nos lanza para decirnos: no es esto, no es esto aquello que necesitas, te hace falta algo que no está dentro de estas experiencias.

Nosotros no tenemos hambre de placer, tenemos hambre de realidad: sólo la realidad corresponde, aunque nos traiga dificultades, sufrimiento y dolor.
El corazón del hombre es deseo, sí. Es deseo de comprender el significado de esta realidad que vivimos, es deseo de amar y ser amado fielmente, por siempre, es deseo de verdad y de justicia, deseo de libertad y de utilidad, de belleza y de felicidad.

Drogas: ¿Por qué no? No, porque es una satisfacción demasiado pequeña. Es demasiado poco por lo que tú eres. Y tú eres deseo de infinito, de una satisfacción total y completa, de una vida intensa, verdadera, siempre nueva y abierta a la aventura, es deseo de vida eterna. No queremos resignarnos a dejar sin respuesta los deseos propios de nuestra humanidad

Este es, en último análisis, el porqué de nuestro no a las drogas: porque para satisfacer un pequeño deseo no vale la pena matar en el corazón los grandes deseos. Por una pequeña satisfacción no vale la pena perder la posibilidad de encontrar lo que satisface a los grandes y auténticos deseos de nuestro corazón.

Dicho con las palabras de Teilhar de Chardin, necesitamos encontrar a personas que no hayan perdido el gusto de vivir, es decir, el gusto de estudiar y trabajar, el gusto de hacer familia, el gusto de tener hijos y de amar a alguien por toda la vida, el gusto de crear e inventar, el gusto de luchar por una sociedad más justa y un mundo más bello.

Necesitamos encontrar y seguir a hombres y mujeres que no ahogan dentro de los problemas de la vida cotidiana, sino que tienen algo que les hace libres aun dentro de las dificultades que todos tenemos, que no le tienen miedo al dolor y al sacrificio, porque han descubierto el gran secreto de la felicidad humana: “Quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará” (Mt.16,25).

Hombres y mujeres así ¿los hay en Puerto Rico? Tengamos los ojos abiertos, y si vemos a alguien así, no lo dejemos escapar. En el fondo, toda la moralidad se juega aquí, en la lealtad con la que se reconoce y se decide seguir a hombres y mujeres que ya son así.
¿Es esta una forma de dependencia? Sí, claro que sí. Pero, hay dependencias que borran tu personalidad y dependencias que te la hacen descubrir. Hay dependencias que matan y hay dependencias que hacen vivir.

En conclusión, la batalla en contra de la droga no se vencerá con la policía, con las leyes, tampoco con los psicólogos. Ni siquiera con un renovado esfuerzo moral. Es un problema de belleza, de fascinación: el corazón humano está hecho para el bien y la belleza y cuando los encuentra los reconoce.
Que se pueda encontrar hoy, en las familias, en las escuelas, en las universidades esta belleza, esta vida más bella y más plena: cuando hemos permitido a nuestros jóvenes ver este espectáculo, hemos hecho todo lo que teníamos que hacer. Lo demás depende de ellos. La moralidad se juega aquí: no es un esfuerzo, es ceder a la fascinación de lo que corresponde al corazón, es ceder al atractivo de la belleza.

Giuseppe Zaffaroni

4 comentarios sobre “Drogas: ¿por qué no?”

  1. Creo que se están mezclando dos conceptos que no tienen nada que ver entre sí. El decir no a las drogas, no es porque desparezca o mengüe tu deseo, sino porque dejas de ser tu mismo para convertirte en un esclavo, sin más sentimiento que la necesidad de tu siguiente dosis. No eres nada más que angustia, haces cosas que tú siendo tú no harías, robas, agredes… Si queremos salir de la esclavitud que nos da la sociedad, no creo que la mejor idea sea entrar en otra esclavitud. Para evadirse del sufrimiento, la tristeza, el vacío que esta vida nos trae, no podemos recurrir al alcohol, que en contra de lo que la inmensa mayoría piensa, no es un estimulante ni un deshinibidor, sino que es un depresivo, al igual que el resto de drogas. Este tema no tiene nada que ver con que la juventud, en este caso, esté completamente falta de valores, sensibilidad, principios…etc. Las personas que caen en la droga es porque no saben afrontar de otra manera cualquier tipo de problema. Pero esta tendencia es guiada por la ignorancia de no saber que eso no va a solucionar nada. Por ello hace falta estudiar o conocer todo lo que nos rodea, para que esa juventud al tener delante de sus narices la opcion de “hacer botellón” o drogarse para aguantar hasta las 7 de la mañana, no opte por ello. Esto se consigue desde la educación, principalmente familiar, para eso vale el tener principios, valores y también, como no, conocimientos que, o bien se adquieren estudiando oficialmente, o de forma autodidacta.

    Enhorabuena por tu texto, invita al debate y la autorreflexión

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