Dulce Dolor

Hoy,
te he tocado el corazón a través de la espalda.
Retumbaba en mis manos tu constante latido
que, una y otra vez, repetía mi nombre.
Y aunque tú no me vieras,
aunque no pudieras adivinarme con los ojos,
mi otra mano, la derecha,
estaba arrancando el mismo trozo de ventrículo
para poder intercambiárnoslo
cuando ambos pudiéramos dejar de llorar.

Parece mentira que el verbo doler duela tanto.
No resuena solamente en mis oídos.
Resuena en cada vena que recorre mi cuerpo,
en cada rincón del iris de mis ojos,
en cada dedo,
en cada poro,
en cada pestaña.
Duele tanto que ya sólo respirar, duele.

Y no era éste el dolor del que yo hablaba.
Yo hablaba del dulce.
De ese que se siente
cuando los dos nos dedicamos
a ser uno solamente.
De ese dolor impagable que se aprecia aquí,
en el tímpano,
cada vez que te escucho decir que me amas.
De ese dolor que duele hasta en el alma
cuando nuestras bocas se despiden
y nuestros pies retroceden dos pasos
totalmente en contra de su voluntad.
Hablaba de ese dolor matutino
de saberte a mi lado en mi cama
mientras yo ando descontando los segundos que faltan
para que se convierta en nuestro lecho.

3 comentarios sobre “Dulce Dolor”

  1. Mis pasos se van deteniendo, últimamente, en estas baldosas del existir y la existencia. “El Poema”, tanto para la autora como quien lo ha reescrito es…la pasión misma, ese sin sentido del dolor que da sentido a su existencia. Imágenes que recalan en algunos cuadros de Frida; su insistencia por lo visceral como órgano que provoca y transmite. Toda intensidad en la vida es un huracán que nos impele hacia la única verdad del Poeta: su necesidad de amor/dolor. Gracias por tanta intensidad.

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