Escribió una palabra sobre el papel, abandonada y sola. Desprendida en su último trazo del bolígrafo que la engendró, voló libre en su nave de papel, a merced del viento, sin rumbo ni nada que perder. Viajó solitaria entre calles ciegas hasta que en uno de sus aterrizajes alguien la hizo suya. La llevaba encima de día y por las noches le hacía el amor a escondidas. Cuando nadie miraba la devoraba con los ojos y penetraba hondamente en cada tramo de su tinta. Pero las palabras, cuando son esclavas lloran y sus lágrimas las borran. Un día despareció entre un puñado de números de recibos bancarios y los apuntes de algún contable. La palabra fue olvidada y con ella, también su llanto. Pero aun queda un amor invisible, que la rescata a diario; el amor de una madre. La madre, entre frases violadas y la forzada prostitución de un mecanismo de letras de engranajes oxidados, deja escapar, y jugar libremente, el alma de la palabra, que renace a cada instante y muere en el momento, libre, feliz y sola. Inadvertida, presente, invertebrada, grácil y suave, baila entre líneas, teniendo quien la lea y no quien la detenga. La palabra…
Un comentario sobre “El amor de la palabra”
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