Café solo por favor. Caliente, con un fuerte aroma y denso, mi lengua palpita y mis labios ya casi sienten el sabor confundiéndolo con su perfume gris. La espuma dibuja una sensual curva y la cucharita se hunde irremediablemente en su negrura. El primer acercamiento de una taza robusta es, seguramente, el momento de mayor deleite, y pronto, uno se ve sumergido en un placer desesperado. Amargo, como la vida. Tus ojos y oídos se cierran para concentrarte únicamente en el sabor. Queda abandonada la taza en la mesa. Ese sabor potente te invade el cuerpo entero y te enciende el alma, aprendes a respirar, y lo haces profundamente. Pasado algo menos de medio café, haces sonar el leve rasgueo de una bolsita de azúcar, y de ella emana un apenas perceptible ambiente dulce. Dentro de la taza pintada de café seco a medias, llueve una cascada de gránulos blancos que se tiñen, al caer, de un marrón madera. Dulce, como el amor. Suena el tintineo de una cucharita que choca una y otra vez contra la taza, salpicándola a trazos. La dulzura te acurruca y se desliza por tu garganta, cariñosamente. Todo queda detenido y te haces dueño del tiempo, durante un instante. Frío, como la muerte. Un final suave y delicado en cada tono, te abre lentamente los ojos y ya solo piensas en lo bonito que ha sido.
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Sálvame
Sálvame de la injuria de besos prometidos, sálvame de una vida sin pecados y de una muerte sin descanso. Mírame y dime si no ves el seco canto de un niño maltratado en cada noche de parto. Ni creo ni dejo creer, pierdo cada día el sol en una carrera en solitario y envejezco soñando. Ceno, como y desayuno aguijones que se me clavan por dentro, y no sufro.
Sálvame.
De creer que las estrellan se apagaron cuando dejé de mirarlas, sálvame. Hazme enviudar de la muerte, divórciame de la vida y cásame con el niño que era. Quiéreme, pero de lejos. Báñame en sudores calientes, para beber de una lengua insaciable de cuerpo y palabras silenciadas. Búscame, porque yo, no te voy a encontrar…
vivo
entre una expresión personal y una creación anónima, entre el parpadeo de un sueño, admiro y temo cada día, a quien amo y no conozco.
entre poesía inacabada y dolores de tensión, sufro y lamento una agonía punzante, y me aferro a ella, para sentirme vivo, para cambiarme por un cromo, por una idea. envejezco cada día pensando en como he de nacer. viviendo para un nacer no haber nacido, todo en ello recorrido. y entre el último suspiro y el primero, un parpadeo. un lamento.
sin querer avanzar a cada paso apresurado, sin verdad en mis labios sellados, con espinas en los ojos y un zumbido descarnado, salen de mi voz, aullidos que, encarados, miran a un mar sin horizonte, a un mar lejano. un mar con una orilla como confín. al final, rompiendo en llanto desmesurado, con llagas sobre el rostro rasurado, se dejan caer dos manos, que suplicando, se mecen por coger a un recién llegado. el rostro dactilar y esperanzado me mira invisible en mi regazo, el aire escapa entre mis manos. siento penetrar en dos puños cerrados, lo amo por lo que es, cerrado a cal y canto.
a imagen y semejanza
y ahí estaba él, resplendeciente en su traje de cincel. con su mirada lanzada al viento, sumergido en una coraza de admiración, de respeto. intimidaba. intimidaba hasta el desarme. invitaba a la rendición en una larga cola. una rendición que yo no rechacé, y ni aun habiendo querido hacerlo lo habría hecho. no estoy hecho para desafíos, sólo para medallas. rendirse implica arrepentirse, arrepentirse del desafío infantil y rebelde, y yo me arrepentí. quise hacerlo. y de ahí nació. no nació de un sueño o de una idea, sino del rechazo de ambos. y de su llanto sólo se sacaba un clak, y un clik quizá. a golpe de martillo me desafiaba, y yo me rendía, o nací ya rendido.
per hands
En apariencia, me siento bien, sin embargo algo me absorbe. Cierta incomodidad me empuja a nadar por las calles y la frustración que desayuno todos los días, y que no desaparece al lavarme los dientes, intento con éxito cubrirla de tejidos que se acoplan a mi cuerpo desnudo, que sigue desnudo al salir a la calle, pero que ahora se ve bien, al menos en apariencia. Intento salvarme de las miradas incisivas y ácidas de todos los días, de los espejos y de las formalidades que me obligan a desenterrar a la persona social que yace bajo mi piel.
En realidad me siento envenenado. Corre por mi venas y mezclado con mi sangre el ardor de la multitud amontonada en los pasillos, las avenidas, restaurantes, patios, parques, autobuses y plazas y todo permanece vacío, no me sonríe la señora sentada en aquel banco, ni se atreve a arder delante mío, solo cede una mirada inexpresiva, que no arriesga a ser propia.
propuesta
hola a todos, quiero deciros que existe un grupo que actúa en madrid (que yo sepa) que está llevando a cabo una propuesta de sacar el arte a la calle, hacerlo común y de todos. existe un correo donde se pueden enviar textos para ser publicados en la calle, metro, cercanías, etc. de una forma duradera. si os interesa el correo es arteyexpresion@gmail.com y se admite todo tipo de textos sin contenido político o ideológico y en ningún caso diatribas. su propuesta ante todo es generar una comunicación directa a través del arte.
también puede ser una buena idea llevar este contenido a otras ciudades y países, solo hace falta “publicar” en la calle lo que queramos expresar.
El amor de la palabra
Escribió una palabra sobre el papel, abandonada y sola. Desprendida en su último trazo del bolígrafo que la engendró, voló libre en su nave de papel, a merced del viento, sin rumbo ni nada que perder. Viajó solitaria entre calles ciegas hasta que en uno de sus aterrizajes alguien la hizo suya. La llevaba encima de día y por las noches le hacía el amor a escondidas. Cuando nadie miraba la devoraba con los ojos y penetraba hondamente en cada tramo de su tinta. Pero las palabras, cuando son esclavas lloran y sus lágrimas las borran. Un día despareció entre un puñado de números de recibos bancarios y los apuntes de algún contable. La palabra fue olvidada y con ella, también su llanto. Pero aun queda un amor invisible, que la rescata a diario; el amor de una madre. La madre, entre frases violadas y la forzada prostitución de un mecanismo de letras de engranajes oxidados, deja escapar, y jugar libremente, el alma de la palabra, que renace a cada instante y muere en el momento, libre, feliz y sola. Inadvertida, presente, invertebrada, grácil y suave, baila entre líneas, teniendo quien la lea y no quien la detenga. La palabra…
Vencido vencedor
Se alejan detrás de él, tres amigos huidizos, y naufraga en un mar de ladridos. Dibujan las gotas formas ambiciosas sobre un niño paralizado, cubierto de lluvia, sudor y miedo. Todo en el silencio sordo y hueco, de un desafío, de sinfonía de gotas caídas, en do menor, y nace un alarido. Cobra intensidad tal, que al fugarse a merced del aire como un azorero fiel, vibra fuertemente en un baile de sombras encubridoras de grandes miedos. Y aquel perro enfurecido, no puede más que huir, amedrentado, ante la insurgencia de la figura desafiante, quieta y soberbia, en apariencia, de este niño.
A cucharadas
El aterciopelado negro rematado en luna llena, deja por botín una estrella y regala un suave baño, de plata eterna.
Caminando entre disfraces mordaces vivía; sin nadie que dijera que vendría, con ansias procaces de destilería.
Gota a gota, invierno a invierno, siervo y siervo. Un aullido desesperado en lamento, sin más color que el del viento, un día largo tras otro, esperando sin ser visto, sonriendo sin ser querido, montaba a un caballo herido.
La soledad acompañaba a cada minuto, la soledad perseguía a cada instante, y en un baño de terror agonizante, veía los días próximos como eternas cadenas de plata suave.