Ahí sigue todavía. Si llegó en algún momento, lo desconozco: ha estado siempre en la misma esquina, acurrucado contra su pecho como un papel doblado. Bebe en silencio. Mira el mostrador. Aplasta sus párpados contra el rojo de sus ojos. Está ahí, formando parte de un todo contínuo. Le llaman alguna vez, pero no se mueve. Si está vivo o no, lo desconozco. La calle lo ignora. Se ignora así mismo. Se sabe sólo en su postura plegada. Bebe sin detener el flujo de su vida. Bebe entre silencio prolongados. Bebe, de verdad, sin juegos de niñato, ni pantalones de finde. Es.
2 comentarios sobre “El borracho”
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Siempre removiendo conciencias, acercándonos a realidades que habitualmente vemos, pero no miramos…, fantástico, un abrazo
Y estoy seguro de que es una de las formas más profundas de las realidades urbanas. Por eso es.