Resulta que el burro de Schopenhauer, misógino taciturno temeroso siempre de las hembras que Dios creó para su deleite, sufre de insomnio pensando en ellas e intenta clarificar la psicología respectiva de las hembras y como no lo ve claro invita todas las noches al burro de Nietzsche para así, entre los dos, crear la famosa teoría de que las hembras de su especie son seres de cabellos largos e ideas cortas. Y después de decir tal majadería adocenada de otras muchas más como por ejemplo una mujer es una histeria con patas… entonces se ponen a escribir libros para la posteridad donde recogen toda la excelsa sabiduría de sus cretinadas que, por supuesto, pasarán a la Historia como libros de altos pensamientos célebres.
Sin embargo, la realidad es que el burro de Schopenhauer y el burro de Nietzsche, que cenan productos derivados de la alfalfa y de la cebada, a porrilo (porros incluidos) y a tutiplen (con el cerebro más plano que la meseta carpetovetónica), están más solos que la una en un campo de urnas prehistóricas, allí acompañados de sus fantasmas y sus muertos vivientes, y terminan por no ligar con ninguna hembra. Tanto es su miedo a ellas que han creado hasta una Escuela para aprendices de burrología metafisiciana. Y allí están las bandadas de cuervos filosofianos (vestidos de negro y con botas paramilitares para asustar a las hembras que intenten decirles hola pensadores de la grandísima… serenidad mayestática). Y entonces los nuevos burritos seguidores de Schopenhauer y de Nietzsche se creen grandes y famosos y siguen desarrollando la estúpida idea de los cabellos largos (que es cierta para solaz y recreamientos de los machos) y de las ideas cortas (que es la mayor estupidez que he leido yo en mis largos días de lector ambulante… porque no las escuchan nunca). El asunto es que las chavalas tienen tal cantidad de ideas que los burros de Schopenhauer y Nietzsche, más sus burritos seguidores, no saben donde meterse y se meten en los asuntos de la psicología femenina sin saber qué es una hembra. Absurdo. Totalmente absurdo. Y al final queda su epitafio: El burro de Schopenhauer, el burro de Nietzsche y todos los burritos que les han seguido están muertos y lo firma Dios.
!Adiós, meta-amórficos seres de las botas militares y las cruces gamadas y otras ridiculeces por el estilo… me voy con el viento solano a gozar de los cabellos largos de mi chipin y su grande manantial de ideas largas… largas… largas… hasta hacerme infinita la felicidad de no cansarme de escucharlas para seguir soñando con ella!. Abur.