Años de 1967, 1968 ó 1969 antes de Jesucristo. Una especie de fiebre contagiosa asola a toda España (por lo menos a Madrid capital). Se trata de que el juego del yo-yo (en época ye-ye) hace tal furor en la sociedad que en el Centro Compensador del BHA (Oficina Principal de la Plaza de Canalejas, número 1) muchos de los empleados, y muchas de las empleadas, para matar los tiempos del ocio, compiten desaforadamente con el jueguecito del yo-yo, que se ha expandido por toda la Península Ibérica gracias a la campaña publicitaria de los refrescos Fanta (made in Cocacola CASBEGA). ¡Esto parece una locura y lo es!
Hasta en Televisión Española aparece un verdadero artista genial que hace toda clase de malabarismos con el dichoso yo-yo, un jueguecito que yo ya había conocido en mi primerísima infancia, nada más que en aquella época era de madera barnizada por mi abuelo materno Bonifacio y ahora es de plástico o poliuretano. Viendo estas maravillas me estoy empezando a aburrir, sobre todo observando al loco de Manolo Velasco (no me estoy refiriendo para nada al hermano de Conchita Velasco sino al loco del BHA) hacer “el burro” con el yo-yo. Así que, para evitar el tedio y el aburrimiento, me invento el café del yo-yo que consiste en que yo invita a yo y yo agradece la invitación a yo. Antes de eso, le pido a una compañera de negociado que me preste por un momento su yo-yo y demuestro que sí, que es verdad que sube y baja; pero me interesa muchísimo más aprovechar el tiempo de ocio con el café del yo-yo en que tengo la oportunidad de dialogar conmigo mismo y seguir creciendo como persona a través de este yo que invita a yo y este yo que agradece la invitación de yo mientras mantengo intensos debates entre yo y yo. Una manera muy culta y provechosa de seguir creciendo por dentro de mi personalidad.
Una vez demostrado que el jueguecito del yo-yo no me interesa para nada ya que sólo consiste en leyes físicas que conozco de mis estudios en el Instituto San Isidro de Madrid, yo sigue invitando a yo al café del yo-yo y yo sigue agradeciendo la invitación de café a yo. En cuanto a Manolo Velasco (no me estoy refiriendo para nada al hermano de Conchita Velasco sino al loco del BHA al que tengo que pararle los pies para que deje de lanzarme piropos porque un poco de la cera de enfrente me parece que es este menda) me entero, a través de un par de compañeras que me lo cuentan en uno de los momentos en que aprovecho para enrollarme con ellas, de que el dichoso Manolo Velasco del BHA persigue a las chavalas que trabajan en el negociado, las acorrala contra la pared y se las queda mirando, durante largos minutos, con aviesas intenciones. Las chavalas del BHA están realmente asustadas y hay que hacer algo para evitar este acoso laboral.
El asunto es que, no sé ni cómo ni de qué manera, los altos directivos del BHA se enteran de este acoso y, poco tiempo después de unas célebres Navidades en las que le corto definitivamente a este gilitonto para que me deje en paz y deje en paz a las chavalas del BHA, Manolo Velasco es trasladado a Alfonso XII para que se entretenga, durante toda la jornada laboral, a cortar y contar cupones de los accionistas. Con esto se liberan a las chavalas del BHA del acoso de este tipo que se dedica a hacer “el burro” con el yo-yo. Es por eso, por el aburrimiento que me producen tipos de este jaez, por lo que invento el cae del yo-yo y soy feliz con yo invitando a yo y yo agradeciendo a yo. Y es que es la época ye-ye y hay que estar al día.
Moraleja: “Callando es como se prende a oír; oyendo es como se aprende a hablar; y luego, hablando se aprende a callar”.
Donde pone “Es por eso, por el aburrimiento que me producen tipos de este jaez, por lo que invento el cae del yo-yo” quise decir el café del yo-yo. Así que donde pone cae hay que poner café.