Ha llovido ya bastante… pero aún recuerdo aquel día en que el chulo del 56, un tal Ocaña, aprendió la lección de cómo comportarse con los vecinos. El caso es que a mi memoria llega la escena: veo al chulo Ocaña provocándonos a los tres hermanos menores. Veo que el chulo Ocaña se quiere enfrentar él solo contra los tres. Veo cómo yo sonrío simplemente (me da pena aquel chiquilicuatro) y cómo el más pequeño tampoco entra en batalla. Veo a Bonifacio enfrentarse cuerpo a cuerpo contra el Chulo del 56. Veo como lo derirba al suelo y le da dos bofetadas. Veo a una chavalilla decir: “Pegarle ya duro de una vez por todas”. Veo que tras las dos bofetadas Bonifacio le perdona. Veo cómo Maxi toma su justicia arreándole con la cartera (que hasta se desprendió el asa).
Y veo al chulo del 56, el tal Ocaña, ir por la Sáinz de Baranda, camino del Altamira, llorando como una Magdalena. Esa fue la verdad, Ocaña… y todo lo que contaste de aquel día es solo la mentira que contaste a tus adláteres para hacerte pasar por héroe cuando sólo veo que Bonifacio te derribó al suelo y tres arreó dos tortazos, como el Maxi te arreó un carterazo y cómo yo sólo sonreía ante la patética imagen en que quedaste completamente en ridículo. Testigos: además de mí el de una chavalita vecina que tenía ganas de que alguien te inflase los morros. Bueno, Ocaña, tu mentira era una mentira piadosa que contabas a tus adláteres para hacerte el héroe cuando sólo fuiste un tipo débil que fue toda la Sainz de Baranda llorando a moco tendido camino del Altamira. Veo que, hoy, la lluvia cae sobre Las Torres. Y veo a Jesucristo diciendo: Padre perdónales porque no saben lo que hacen…
Abur Ocaña. Tenga usted una feliz noche…