Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Sociología del Periodista. El sociólogo (¡vaya por Dios!) decide que, para conocernos todos mejor es necesario rellenar un test cada uno de nosotros y cada una de las compañeras (¡Feliz idea vive Dios!). Así que todos estamos pasando “la prueba del algodón”. Soy pequeño, muy pequeño, ante tanta excelsa magnitud de colegas ya colegiados y todo. Miro a mi lado derecho y veo la soledad de un abismo. ¡Qué horror! Procuro rellenar tranquilamente mi hoja. Miro a mi lado izquierdo y veo al Largo Caballero quien, con su voz argentina (¡del barrio de los de Eceiza de Buenos Aires por lo menos!) se siente un ser superior. Y, claro está, me suena a “Clarín”.
Terminamos el test (¿quizás de inteligencia tal vez?) y mira por dónde el sociólogo elige un pequeño puñado (no más de cinco) que considera los mejores. Da la feliz o triste casualidad (¡según se mire por parte de este Largo Caballero que sostiene su sonrisa burlona ante mi preocupación preocupativa!) que uno de los elegidos soy yo (¡vaya por Dios y qué tormento es este de ser siempre uno de los elegidos sin yo quererlo!) y, claro está, se descubre que he elegido a Jesucristo. Observo, con los nervios a flor de piel como los girasoles bajo el sol, al Largo Caballero, de la voz argentina del barrio de Eceiza de Buenos por lo menos, burlándose de mi elección (¡Jesús qué paciencia hay que tener en este aula donde estamos los de más acá y los de más allá!). Seguramente que este Largo Caballero (tan longitudinal como un paralelepípedo en forma de cilindro porque de verdad que parece un cilindro desde su cabeza a sus pies) ha elegido a Maradona. Yo pienso y medito allí, siendo tan pequeño entre tanto excelso colega ya colegiado y todo, y llego a la conclusión de que si se mofa porque he elegido a mi Jesucristo en lugar de a su Maradona, ¿qué sucederá cuando se entere de que he elegido “Esa clase de amor” en lugar de elegir “Lo que el viento se llevó”? El viento azota las ventanas del aula. Se entera. El Largo Caballero (“El Clarín” de los clarines), cuando escucha lo de “Esa clase de amor” me mira de arriba hasta abajo. Yo no sé si esconderme debajo de la mesa o salir al escenario y cantar lo de “Yo quisera yo quisera ser un buen toreador pa poder torar a mi torito “Nevao” que lo tengo amaestrao que lo tengo amaestrao”. Decido no hacer ninguna cosa nada más que aguantar al Largo Caballero de forma cilíndrica desde su cabeza a sus pies (¡como un tubo gigantesco de aspirirnas!) y se produce lo que yo ya sé que se iba a producir: se cachondea de “Esa clase de amor”.
Me quedo mirándole de nuevo. Estoy seguro de que es “El Clarín” de los clarines tocando el clarinete, cuando no tiene otra cosa mejor que hacer, en la estación de trenes de Buenos Aiures. Yo canto, muy bajito, lo de “Salí de La Habana un día camino de Santa Fe y en el camino encontre un cartel que así decía” ¿Qué decía el cartel? Por ejemplo el cartel decía, para que se entere este Largo Caballero de voz tan argentina y de tanta suficiencia colegiada ante la cual yo sólo soy pequeño, muy pequeño, “Extremadura tierra que dura tierra que dura en su padecer Extremadura tus quemaduras tus quemaduras me hacen crecer”. Y, una vez superada la “prueba del algodón”, olvido a Largo Caballero y vuelvo a pensar en las chavalas guapas de verdad que, al menos, es algo más positivo que “El Clarín” de Buenos Aires. Por ejemplo. En cuanto a FAUZZ, años más tarde, lo tengo bien claro. Mientras esté el Largo Caballero en “El Clarín” no nos va a contratar ni a ti coni tus “sorbitos” ni a mí con mis “catalejos”. Cosas del Periodismo. Y sigo en Sociología siendo pequeño muy pequeño ante tanta excelsa magnitud de colegas ya colegiados tanto del más acá como del más allá de nuestras emociones. ¡Emocionante! ¡Lo del test fue totalmente emocionante! Espero que al Largo Caballero, de la voz argentina de los de Eceiza y cuerpo de tubo de aspirina desde la cabeza a los pies, se le haya pasado su carácter de avinagrado. A lo mejor hasta es capaz de hacer todo una Tesis Doctoral sobre el vinagre porque en Periodismo, si eres bueno de verdad, eres capaz de hacerlo hasta fetén. Sobran más comentarios.