El derecho a la vida.

Cayeron lamentos de mis ojos agotados por no atisbar llanura en sus quebradas esperanzas.

Cayeron relojes al suelo cansados por el tiempo, que apoderándose de ellos les condenaron a la eternidad.

Y la brisa amainada del ayer soleado, perdiéndose bajo rayos de fuerte tempestad, tiraron de mi hacia abajo para no poderme levantar.

Mas cada despertar trae una pista al corazón que bajo sonrisas distrae hasta al más fugaz.

Cuando creí no merecer elogios saqué dos copas de cristal y brindé por la contradicción que no entiende de razones ni de terquedades triviales.

Quedé dormida sin saber si despertar, pues no supe reaccionar ante la multitud de la gente.

Me tapé hasta arriba para no ver mas luz que la de mi vago corazón.

Busqué el derecho a la vida, a no sentirme rechazada y me atreví a decir no cuando de verdad era no.

Y encontré el derecho a ser yo, a buscar y a ambicionar, a amar, a sentir y decidir que el sol también alumbra para mí.

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