El inolvidable 26.

26 es una edad propiciatoria. 1975. ¿Estudiar o no estudiar? Me lo paso bien cuando salgo del Banco a vivir mis propias aventuras. Pero he decidido que se puede estudiar divirtiéndose y que se puede divertir estudiando. Ambas cosas no son incompatibles. La compatiblidad nace de la necesidad y necesito ser compatible con mis sueños. No son ilusiones vanas y estoy seguro de que serán realidades. Así que hecho mano de la Historia de España. Recuerdos. Muchos recuerdos para llenar mi equipaje de experiencias siempre juveniles cien por cien. Consulto la fuente y bebo de la memoria.

1975 fue un año clave en la historia reciente de España. Los acontecimientos que se sucedieron, con la muerte de Francisco Franco, la coronación de Juan Carlos I y el abandono de la colonia del Sáhara a la cabeza, variaron sensiblemente la faz de un país que había permanecido secuestrado durante tres décadas y media y que exigía a gritos la ansiada liberación. La dictadura se desmoronaba. Antes que Franco ya había desapareciod su delfín, Carrero Blanco, y en junio lo haría otro de los hombres fuertes del régimen, Francisco Herrero Tejedor, ministro y secretario general del Movimiento. En Italia fallecía el padre del Opus Dei y la presión internacional era cada vez más fuerte. El país se posicionaba ante lo que parecía inminente. Las dudas eran enormes: el Ejército permanecía fiel al Generalísimo y a todo lo que representaba, el príncipe Juan Carlos no adelantaba nada que pudiese sonar a plan de futuro, los franquistas se manifestaban por todo el país en actos de afirmación nacional y los demócratas se mostraban cada vez más dispuestos a encender la mecha de la rebelión popular. La máxima tensión de este tira y afloja previo al fallecimiento de Franco se vivió el 27 de septiembre, el fusilamiento de tres miembros del GRAPO y otros dos de ETA desató una tormenta de protestas dentro y fuera del territorio español. La democracia llegaría al fin, pero aún quedaban unos cuantos años de enfrentamientos, muertes, dolor e incertidumbre.

En este contexto, la canción del verano seguñia a lo suyo, deleitando al personal con las excelencias de sol y de la plata, del baile de moda, del amor ligero o de lo último en onomatopeyas. Sólo los cantautores mantenían una vinculación estable con la realidad circundante, configurándose en notarios de un tiempo y una época claves para el desarrollo del país. La canción del verano marcaba la pauta del pop y la de autor, la de la historia. Dos temas brillaron especialmente en el período estival del 75. Uno, con aires de agropop urbano (si se me permite la contradicción), macarra, juerguista, progre y desenfadado, ácido si quieren también. Éste vendría a representar una innovación importante en la canción del verano, la introducción de la vertiente golfa. En la otra vertiente, El adiós de Amigos de Ginés (una formación creada en 1970 y muy vinculada al Rocío y a Sevilla entera), es probablemente la sevillana más cantada en familia de toda la historia y aquel año barrió directamente en discotecas, guateques, fiestas y tardes de pandilla.

Bastante ajeno a todos ellos, yo me encuentro en la encrucijada. Sueño con ir a la Universidad. Sé que tendré que hacer otra gran esfuerzo para poder sobrevivir en la jungla del asfalto pero la jungla del asfalto es mi hábitat natural, allí donde subsisto como superviviente de una generación que se está acabando por introducirse en callejones sin salida. Siempre observando cómo van cayendo los que no saben cómo vivir bien en esta jungla madrileña, me divierto y estudio, estudio y me divierto. Y llega una de las decisiones más transcendentes de mi supervivencia madrileña. No lo dudo. No entro en el callejón sin salida ni me lío en el laberinto de las pasiones. Soy tranquilo. Estoy tranquilo. Voy tranquilo. Y obtengo el Premio que voy buscando: la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. ¿El número 1 de los estudiantes de COU de Madrid en aquel 1975? Puede ser que sea así pero ni lo pienso ni me lo planteo. Me han dicho que sí pero mi meta es otra bien distinta. Lejos de la movida de los “del chocolate” yo me muevo a través de las cortinas de la invisibilidad. En medio de aquella hecatombe juvenil permanezco indemne. Si acudo a las tertulias no es para hablar sandeces (como escucho continuamente a los demás) sino para aprender qué es lo más importante para un joven de 26 que quiere reconvertir el pasado en un presente dispuesto a vivirlo en un futuro. Y es que soy filósofo de mis propios poemas. Y me quedo con lo mío: Hay un perro de peluche, una maleta y un carro; hay un adoquín de barro / sobre un peine con estuche. / La sombra de un árbol viejo / tapa un lápiz de carbón / y brilla un coche de latón / al trabajar un espejo. / Hay un barquito de vela / y una lámpara de aceite / que hizo su historia en Gudillos. / Hay un piolet de madera, / una boina de abuelete / y un silbato de chiquillos. Asomado al alféizar de mi ventana, todas las noches, bajo la luz de las estrellas, pienso… y al pensar en mis sueños me reconvierto cada amanecer en un chaval buscando rimas…

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