El último dee la fila.

Llegó, sudando y con el corazón agitado, al Banco y entró con una sonrisa predispuesta. Se encontró con una larga… larga… larguísima fila de hombres y mujeres tras la célebre rayita del “espera aquí su turno”.

-¡Hola, buen día!. ¿Quién es el último de la fila?.

Nadie respondió…

-¡Perdón… ¿el último o la última?… porque esto del género hay que respetarlo mucho hoy en día!.

Nadie respondió…

Al fondo, tras el mostrador, la empleada de la oficina estaba introduciendo, impertérrita, datos en una computadora. Sobre el mostrador, el cliente número 1 dormitaba.

-¡Hace calor verdad!

Nadie respondió…

-¡Bueno es que esto de la desertización de la Tierra parece que va en serio!. ¿O no?.

Nadie respondió…

-¡Quizás quieran ustedes que les cuente la historia de los amores de Kila!

Nadie respondió…

-¡Les prometo que es una historia encantadora!. ¡Les va a gustar!.

Nadie respondió…

-Está bien… ¡Estoy seguro de que les va a sorprender el cuento de los dos cofres!. ¡Es un cuento maravilloso!. ¡Verán!. ¡Escuchen atentamente y luego me dan su opinión!. ¡Es una historia sobre la mente y el corazón!. ¿Les cuento?.

Nadie respondió…

-¡Ah, ya sé!. ¡Ustedes lo que necesitan es oír el relato de Eliahú y Hakim!. ¡El del desierto y los dátiles!. ¡Deben saber que Eliahú era un hombre de mucha fe mientras Hakim carecía por completo de ella!. ¿Les interesa?. ¿Le cuento el relato de Eliahú y Hakim y luego abrimos un debate?.

Nadie respondió…

La fila no había avanzado ni un sólo centímetro. Le entró una enorme sensación de congoja. Estaba dispuesto a abandonar el Banco cuando, de pronto, sonó el teléfono de la oficina. Nadie acudió a atender la llamada. La empleada seguía introduciendo, impertérrita, datos en la computadora. El gerente permanecía, inmóvil, observando los papeles que le había entregado un anciano que estaba sentado frente a él en el área de Servicios Personalizados. Todos en la fila permanecían tan estáticos e inmóviles como las estatuas de los reyes visigodos de la Plaza Real de Madrid…

Así que decidió atender la llamada.

-¡Hola, buen día!.
-¿Es ahí el Banco?.
-Si, aquí es. ¿A usted le interesaría que yo le narre la historia de los amores de Kila, el cuento de los dos cofres o el relato de Eliahú y Hakim?.

Nadie respondió… sólo escuchó que la conversación telefónica se había cortado. Al otro lado de la línea habían colgado.

Volvió con pesadumbre infinita a la fila… que seguía sin haber avanzado un solo centímetro…

-Pero… ¿de verdad no están interesados en los amores de Kila, los dos cofres o Eliahú?.

Nadie respondió…

Sólo una jovencita de 18 años sacó de su bolsito un pintalabios y un espejito y comenzó a delinearse la boca, mientras un hombre de avanzada edad empezó a bostezar.

Casi sollozando abandonó la fila y salió inmediatamente del Banco con dirección a la pescadería. Quizás en la fila de la pescadería tendría más suerte.

4 comentarios sobre “El último dee la fila.”

  1. A veces he leído cuentos y relatos, narraciones y ensayos, sobre la incomunicación social, la de las personas que son estatuas de piedra… pero muy pocas veces lo había sentido tan hondamente como al leer a este Ultimo de la Fila. Tienes una forma de narrar y plantear la trama que llega a los corazones. Esa es una cualidad escasamente visible en los escritores de la alta fama de las Grandes Editoriales. Prefiero los cuentos del Vorem que, como este Ultimo de la Fila, me llenan de contenido entrando por los sentidos de mi ser de forma suave, sencilla y transparente. Me lo quedo para mi colección de cuentos favoritos, Diesel. Gracias.

  2. Estupendo estudio del raro mundo en el que nos toca vivir. Se lamenta que el relato acabe tan pronto.

    Una cosita sólo (que no afecta para nada a la calidad del texto): las estatuas de los reyes visigodos están en la Plaza de Oriente.

    Saludos,
    Carlota

  3. Muchas gracias por tu corrección, amiga Carlota. Efectivamente, la Plaza madrileña a la que se refiere el cuento es la llamada Plaza de Oriente, lo que pasa es que por un error nemotécnico la he llamado Plaza Real porque allí está el Palacio Real de Madrid. Gracias por tu corrección y efectivamente donde se lee Plaza Real se debe leer Plaza de Oriente (su verdadero nombre). Y gracias tambén por tu comentario.

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