El niño que escribió a las estrellas…

Buenas noches Luz: !cuánto me gustaría saber si no me habéis olvidado nunca!. Soy yo, el mismo niño que os escribió desde aquella roca del Berninches. ¿Os acordáis de mí?. Habíamos llegado desde Sacedón y desde Auñón. Todos estaban escuchando al viejo toledano Rogelio narrar leyendas del río Tajo y se oía la voz de Dyango (Nostalgia de sentirse enamorado y pensar que otro a su lado pronto pronto le hablará de amor). Yo me subí a la roca arropado con el anorak y con dos mantas para combatir el frío nocturnal mientras mis pies quedaban colgados sobre el vacío…

Y os escribí millones de cartas, en imaginario papel rosado y con tinta azul, para preguntaros a ti, Vega, si es blanco el color de las albas de vuestro Reino; y a ti, Capella, te interrogué sobre si es en vuestro Reino el verde también símbolo de la Esperanza; a ti, Espiga, te pedí que me explicases si los pájaros amarillos son los que alumbran, por las noches, vuestros páramos; y a ti, Alfa Cruz, te hice la pregunta de qué aroma desprenden vuestras azucenas. Recuerdo también las cartas enviadas a ti, Delta, y a ti, Altair, y a ti, Mizar…

De pronto sonaron las doce de la noche en un campanario centenario de Alhóndiga. Una… dos… tres… cuatro… cinco… seis… siete… ocho… nueve… diez… !y me quedé dormido hasta que desperté justo en el mismo momento en que los rayos del sol superaban la cordillera del Berninches y comenzaban a extenderse, sicódélicamente, por la ancha planicie donde aparecieron cuatro o cinco vacas que iban de paseo…

Ya he crecido un poco más. Ya soy un poco más adulto. Pero aún soy el niño que está esperando vuestras cartas de contestación, sentado en la roca del Berninches, arropado con el anorak y las dos mantas para combatir el frío nocturnal, y con los pies colgados sobre el vacío. El viejo toledano Rogelio sigue narrando leyendas sobre el río Tajo y ahora se oye la voz de Bisbal con su particular Ave María cuando seas mía.

He crecido un poco más. Soy un poco más adulto. Y ahora os escribo sobre imaginarias hojas azules, con tinta de color carmesí, cosas tan parecidas y tan distintas como ¿cuál es el color de vuestra conciencia?, ¿hay días blancos en vuestras madrugadas?, ¿seguís sintiendo deseos de iluminar a los vagabundos?, ¿qué os hace más bellas, la Paz o el Silencio?…

Y mientras Stephen Hawking y otros discípulos de Albert Einstein sigen lanzando dados en vuestro Universo (dados que siempre caen dentro de los agujeros negros) yo todavía soy un niño jugando a hacer carambolas con las canicas del tiempo.

Pero estoy seguro de que algunas de vosotras, mis millones de amigas de Andrómeda, ya habéis enviado a Mercurio (montado sobre Pegaso) con vuestras cartas de contestación envueltas en sobre de color organdí… y por eso yo las espero sentado en la roca del Berninches mientras se escuchan las horas de la medianoche en el campanario centenario de Alhóndiga. Una… dos… tres… cuatro… cinco… seis… siete… ocho… nueve… diez… !y me quedo nuevamente dormido!.

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