Analizo, de manera subjetiva pero imparcial, el capítulo número 11 del libro “Entre filosofía y literatura” de Michel Foucault(Poitiers, 15 de octubre de 1926 – París, 25 de junio de 1984) que fue un historiador de las ideas y filósofo francés. Fue profesor en varias universidades francesas y estadounidenses y catedrático de Historia de los sistemas de pensamiento en el Collège de France (1970-1984). Su trabajo ha influido en importantes personalidades de las ciencias sociales y las humanidades.
En este capítulo de su libro, Foucault intenta convencernos a los lectores masculinos (especialmente a los lectores masculinos) que la distancia entre el lenguaje masculino y femenino (que él plantea como una especie de relato entre real y ficticio, lo cual me deja atónito y sorprendido porque yo creo que debe ser real y verdadero cuando estamos hablando de cuestiones relevantes y no de ambigüedades como tanto le gustan a él), es propio de la metafísica.
¿Es propio de la metafísica el espacio del lenguaje masculino/femenino?. ¿De verdad alguien se puede crer eso si estamos hablando de la parte real y verdadera de dicho espacio y de dicho lenguaje?.
Primero se empeña obsesivamente en que dicho espacio/lenguaje debe ser reducido a muchas partes divididas entre sí. !Ya tenemos aquí a otro seguidor de “La muerte de la familia” de David Cooper (de tan infausto recuerdo del siglo XX)!. Intenta Michel Foucault, siempre obsesivo y delirante, convencernos de que el pensamiento nietzschiano es válido para la actualidad, cuando todos sabemos de sobra que, al igual que James Joyce, Nietzsche está completamente obsoleto y pasado de moda. Pero Foucualt los sigue ciegamente y por eso nos plantea unos fundamentos basados en el absurdo existencial que ellos consideran que debe ser el péndulo espacio/lenguaje entre lo masculino y lo femenino de los seres humanos. Lo basa en una posiblidad errónea. Y es errónea porque no sigue los predicamentos esenciales de la naturaleza masculina y femenina tal como los creó Dios. La posibilidad que nos plantea Foucault él lo determina como una esencia; algo así como si la esencia literario-filosófica del espacio/lenguaje al que se refiere fuese “un punto ciego”. Por eso estaban tan ciegos, a la hora de la verdad, tanto Michel Foucault, como James Joyce y como Friedrich Nietszche. Tres personajes que han entrado en la Historia del Pensamiento Filosófico y Literario sólo debido a las ignorancias de sus lectores que creían que estaban ante tres verdaderos genios de la sociedad cuando en realidad son tres inversionistas e involucionistas nada más y a los cuales ni sus propios lectores y lectoras llegaban a comprender aunque aparentaban que lo comprendían.
¿Qué es eso de las “curvas” paradójicas de las que nos habla Foucault?. ¿Acaso las “curvas”, cuando hablamos del espacio y lenguaje masculino-femenino, son paradojas?. Como véis Michel Foucault fue otro absurdo existencialista además de tan profundo misógino como Joyce y Nietzsche. Y es que durante muchas décadas del siglo XX la mayoría de los filósofos, que se creían además excelentes literatos, eran simples absurdos que intentaban romper la armonía del espacio y el lenguaje entre el hombre y la mujer en divagaciones desmesuradas (como se ve con tanta claridad en todas las obras de Nietsche) que no entendían los jóvenes de su época. Y ellos dándoselas de genios.
Sigamos con el análisis de dicho capítulo número 11 titulado “El espacio de la lengua”. Dejando a un lado a Laporte, que era más bien un neutro, el planteamiento de Focucault es una especie de vacante vacía, una continua aproximación y alejamiento que siguen sólo los que son misóginos en esto del espacio y el lenguaje. Para Foucault el lenguaje de lo femenino, tanto en Filosofía, Literatura y Realidad, es una distancia enorme relacionada con el lenguaje de lo masculino. Que yo sepa, y lo afirmo, el espacio/lenguaje entre lo masculino y lo femenino debe ser todo lo contrario, una corta distancia nada más.
El pensamiento de Foucault sigue los mismos caminos erráticos y perturbadores de la mente de sus lectores, que los de James Joyce (en su tan cacareado “Ulises”) y de Freidrich Nietzsche (en su no menos cacareado “Así habló Zaratustra”). Y además Foucault creía que el lenguaje femenino era un total vacío sin sentido alguno. Y es que entre los pensadores misóginos de estos tres mal llamados genios y el pensamiento de los machistas no hay distancia alguna. Es la misma cosa pero en versión “intelectual”. ¿Para qué nos sirve el intelecto si pensamos tal majadería?.
Foucault se empeña, erre que erre, en hacer del espacio/lenguaje entre lo masculino y lo femenino una distancia. Yo opino lo contrario. Que en vez de ser una distancia debe ser un acercamiento. Por eso las ideas de Foucault sobre este tema son una especie de enrejado (como si estuviésemos algo así como en la época andaluza de José María El Tempranillo) olvidando que siempre, en estos asuntos, se impone al final la lógica natural de la atracción y no la del rechazo.
Finalmente, en su desquiciado plantemiento, Foucault afirma que dicho espacio/lenguaje debe ser una estructura octogonal y vertical (que nadie sabemos como interpretarla porque es un verdaduro absurdo). Bajo mi punto de vista el espacio/lenguaje de los masculino y lo femenino debe ser una estructura paralela y horizontal, dejándonos de abusrdos existencialistas. Él nos propone un conjunto octogonal y disgregado en mil partes. Yo propongo un conjunto horizontal y sólidamente unido entre ambas partes. No es cuestión de biplaneidad como propone Foucault sino que debe ser un paralelismo conjuntivo y no disyuntivo. Cuanto más conjuntivo y sólido sea el espacio/lenguaje mejor producto literario y filosófico obtenemos.
Para terminar este análisis observo que Foucault se zambulle en un planteamiento totalmente vertical mientras yo creo que debe ser un planteamineto totalmente horizontal. Creo que se debe ser más sólido y entero de lo que propone Foucuault. Y, desde luego, mucho más claro y sencillo. El espacio/lenguaje horizontal es más cómodo y fácil de practicar que el estrambótico verticalismo que plantea Foucault. Y todo ello mucho “más allá de las reflexiones de los turistas que miran” (frase ésta última del mismo Foucault que, al parecer, cuando llega al final de su exposición se da cuenta de sus tremendos errores).
Las magnitudes espacio/lenguaje deben ser mucho más claras, conscientes y conjuntivas que las que proponían pensadores como Foucault, Joyce y Nietzsche, falsos genios seguidores de otro falso genio como David Cooper.