¿Cómo describir mi primer pequeño paraíso en la tierra? ¿Cómo hacerlo sin atribuirle mayor importancia de la que realmente tenía para los que no disfrutaran de él, para el resto del mundo? El tiempo se confabula con la mente para presentarnos las Cosas del Pasado más remoto de nuestras vidas doradas con el suave tinte de la melancolía. Especialmente las Cosas Perdidas y Nunca Olvidadas…
Era un lugar cercano al río, bendecido con la quietud, lleno de una exuberante y descuidada vegetación, apartado del ruido del tráfico, donde sólo se oían voces felices de niños y adultos proclamando su bienestar y su libertad, aunque duraran solamente unas cuantas horas.
Éramos un grupo bastante numeroso: padres, primos, primas, amigas, amigos, que atravesábamos para llegar allí las vías de una destartalada estación de ferrocarril, hace mucho desaparecida. Hacíamos el recorrido contando chistes y cantando, recitando pequeños poemas. Todavía hoy los que quedamos de aquel grupo hablamos con añoranza de aquel lugar.
Mis padres y yo celebrábamos nuestros santos allí. Junio, julio, agosto. Todas las celebraciones se hacían en nuestro pequeño paraíso, que parecía estar siempre a nuestra disposición.
Los días se deslizaban plácidos en aquel recinto concebido y realizado únicamente para proporcionar descanso y paz. Tenía todos los atractivos que tanto niños como mayores pudiéramos desear. Todo de una sencillez extrema pero suficiente, sin lujo ni sofisticación pero bastando para proporcionar felicidad. Si uno se aventuraba hasta el límite más alejado de la entrada, se adivinaba en la distancia alguna de esas pequeñas sacramentales que todavía hoy existen, poco conocidas para la mayoría.
Como parece que el destino de los paraísos es que siempre se pierdan, lo mismo ocurrió con el mío. Fue engullido por la urbanización y en su lugar construyeron una barriada de pisos. Estoy segura de que el reflejo de toda felicidad que existió en los terrenos antes de la construcción impregnó los cimientos de las casas que construyeron y puede que todavía reciban sus benéficos efectos. Espero que así sea.
!Qué bellos recuerdos, Carlota!. Mi famila y las amistades de mifamilia también tuvimos dos pequeños paraísos. Se encontraba uno en las afueras de Madrid, en lo que ahora ocupa el Barrio de la Elipa. El otro era cuando salíamos al exterior y estaba situado en El Escorial. Así que tu texto me ha traído felices recuerdos.
Tu relato me ha hecho pensar que todo el mundo
debería tener un pequeño/gran paraiso
en el que pudiera disfrutar de momentos de felicidad y de paz interior.
Mi paraiso actual se encuentra en vorem junto a todos vosotros compartiendo momentos de paz interior.
Un abrazo Carlota
Que bella y al mismo tiempo triste idea, la de los paraisos perdidos. Mas es verdad que yo también recuerdo paraisos perdidos de mi infancia, y en el fondo los hecho mucho de menos.
Me ha hecho recordar muchas cosas tu texto.
Un saludo.
A mi tambien me ha hecho recordar esos paraisos de mi infancia
y de mi no tan infancia…
Un saludo
Yo viví toda mi infancia y juventud en Moratalaz y tenia un pequeño paraiso en la Elipa, donde estan ahora la piscina y el polideportivo. Tambien recuerdo con mucho cariño el bajar a la fuente del Berro. Todo eso mucho antes de que construyeran la M30, que eran todo vaquerias y huertas. Lo recuerdo con mucho cariño.
!Fuímos vecinos, kiowa!. Yo vivía en la calle Alcalde Saínz de Baranda y todo Moratalaz eataba entonces iniciando su construcción. !Cuántas veces jugué de niño en la Fuente del Berro!. Por donde ahora esta el Pirulí de TVE. Seguro que hasta pudimos habernos cruzado alguna vez en nuestra infancia…
Mi padre trabajaba en Urbis que fué la empresa que construyo Moratalaz, yo viví en los primeros bloques que se hicieron allí, en la calle Corregidor Rodrigo Rodriguez. Habia una vaqueria y lo demás eran granjas de animales, he andado yo mucho esos campos hasta la Almudena y hasta Sainz de Baranda. Ha llovido mucho desde entonces.
!Confirmado, kiowa!. !Eramos niños vecinos!. Yo bajaba en patinetas toda la Avenida de Doctor Esquerdo por Moratalaz. Y la empresa Urbis la tengo grabada en mi mente con plena claridad. Toda la obra constructora de Moratalaz la hizo Urbis. Esos campos de los que hablas están llenos de aventuras infantiles y juveniles para mí. Yo jugaba al fútbol en el antiguo campo del Campana, en La Elipa.
Recuerdo unas lagunas al lado de la Elipa, donde de pequeño cogia ranas y renacuajos , y cazaba lagartijas y escolopendras. Que hermosas aventuras. cuantos pasos dados de mozalbete en esos bellos parajes.
Bueno, ya que contáis dónde estaban situados vuestros paraísos particulares, os diré que el mío en la actualidad no lo tengo bien localizado, porque como decía en el texto había que meterse por una calle a la izquierda, al comienzo del Paseo de Extremadura, en la acera de los impares, se llegaba a una estación que no sé si estaba en desuso (quizá iba al Alberche) y luego seguir andando un poco. Se trataba de unas instalaciones deportivas de la Unión Española de Explosivos. Ahora mismo no podría decir la situación exacta, porque yo era pequeña. No sé cuándo desapareció.
Era la Unión Española de Explosivos efectivamente, amiga Carlota.Por allí,situado al margen izquierdo del Paseo de Extremadura se encontraban unos campos de fútbol donde a veces jugaba con mi equipo y uno de ellos era de dicha Unión. Aquello era entonces un lugar descampado donde se iba muchas veces en familia a pasar la tarde merendando todos juntos. Es cierto, Carlota. Recuerdo aquellos parajes.
Todos tenemos un pequeño paraíso infantil que es enormemente grande en la memoria. El mío se sitúa en el Barrio del Batán, en la entrada a la Casa de Campo. Allí íbamos papá, mamá, hermanita y yo junto con otras familias amigas y mientras merendábamos jugábamos sin parar a todo lo imaginable. Grandes recuerdos de infancia tengo del barrio de la Virgen de Lourdes.
La verdad yo no tuve ningun pequeño paraiso , mi infancia no fué muy infantil que digamos …ya me hubiera gustado poder tener buenos recuerdos pero jugué muy poquito por no decir nada , reconozco que hoy con tanta especulación se pierden todos esos rincones entrañables . Un beso
Si, claro, no recuerdo lo de los campos de fútbol, pero nosotros íbamos a las piscinas (creo recordar que había dos) y tenían vestuarios, merendero, juegos (pinpong, la rana). Se llevaba la comida y allí se pedía lo de beber. Era una especie de club privado, en plan modesto.