Adolescencia. Vacaciones “solanas” (sin presencia de los molestosos E., B. y M.) en Cuenca capital. Había que ser más listo que el hambre para sobrevivir en la San Pedro, así que me ingenié, usando a mi tia Simona como “mensajera”, la manera de hacerme pasar como que no sabía jugar al bote y, por esas cosas que sólo sabían las chavalas y un amigo mío tan madrileño como yo, los paletos se lo creyeron. Como se pensaban que no sabía jugar al bote ni hablar con las chavalas, los paletos de la capital cayeron en la red (quiero decir en la trampa) y lo siento por el “pringao” del bote… pero había que sobrevivir y yo, bucanero de El Trabuco infiltrado en las filas del San Pedro le hice “el truco del almendruco” sin que el “pringao” se diese ni cuenta de quien dirigía aquella estrategia de esconderse todos juntos como si fuésemos una piña y, por supuesto, cuando éramos descubiertos, desbordábamos al paleto “pringao” por todas partes y en carrera. El bote iba a “hacer vientos” de una limpia patada con todas las fuerzas de nuestra condición física y todos quedábamos salvados. El paleto “pringao” estuvo “pringando” toda la tarde. Nunca supo quien había ideado la estrategia; pero es que yo era ya todo un consumado en el arte de disimular inocencia sin dejar de ser quien era. A lo mejor se acuerda. A lo mejor no se acuerda. Y en cuanto al jefe de los de San Pedro simplemente le ignoré. No me interesaban sus chavalas porque estaban “muy pasadas de edad” y eran “más pesadas que el plomo” así que me fijé en la madrileña y “a otra cosa mariposa” pero de “pringarla” nada de nada. El “pringao” del bote ni se enteró. La madrileña sí que se acordaba de mí cuando, algún año más tarde, hice de nuevo acto de presencia para sonreír junto a mi padre. ¡Mírala, mírala, viendo pasar el tiempo; la Puerta de Alcalá! Sólo que a la puerta de mis tíos abuelos ningún paleto “pringao” se atrevió a acudir para reclamar. Sólo la madrileña sabía que era yo.