El Reflejo de los sueños en lunas rotas(Perdido en la eterna oportunidad) 22

Bueno, arqueó los ojos, completamente en blanco , dejemos la cháchara. Desde hace apenas unos días me están ocurriendo un glosario encadenado de situaciones que no comprendo y me están convirtiendo en una persona violenta, me desconozco y si no me aclaras este tema, emergió una voz enérgica con un tono de enervante psicopatía , estoy dispuesto a recurrir a esta locura que me tiene ciego de rabia, sacó el revolver del bolsillo . Ahora te repito la misma pregunta: quién o qué nos espera ahí arriba y tú qué tienes que ver en esto, ¿me habéis tendido una trampa?, ¡habla!, ¿qué me estáis ocultando? Dime algo, porque ya se me han cruzado los cables y no deseo hacerte daño, juro que sólo quiero oir esa preciosa voz contándome la historia que está ocurriendo y que ya no debo permanecer más al margen de este cruel y desesperante desconocimiento total… pido cooperación.

Janina, con la boca del pequeño, pero mortífero cañón, apuntándole en la sien, decidió hablar.
Aunque quisiera satisfacerte, en serio te lo digo, no podré serte de mucha ayuda en desentrañar el problema que dices tener. En lo que respecta a mí, es bien sencillo: un hombre me llamó a casa, ofreciéndome un dineral para estar aquí y subir contigo, pero te juro yo también, que no le conozco personalmente. Me pareció extraño, pero la plata me decidió a aceptar un trato que resultaba fácil, o eso me creí entonces.
¿Y te dijo que me regalaras tus favores?
¡Eh, alto ahí!, por eso ya no paso, yo tengo decisión propia. No niego que me sentí atraída, ¿eso es castigable?, me di perfecta cuenta de cómo me desnudabas con los ojos… lo otro vino rodado por sí solo, yo no busqué nada, ¿es que te arrepientes?, no lo entiendo chico, vas quemado, te doy un poco de cuartel… ¿y te quejas?, jo, qué tío más rarito. Hemos pasado un buen rato ¿no?, pues ya está, ¿así me lo pagas?, no he cometido ningún atropello ni acto vandálico, ni censurable para merecer este trato, además te ayudé a que la “bofia” no te pillara, ¿lo olvidaste?
Desde luego es verdad, sí, tengo que agradecértelo, lo siento, la he jodido, perdona hostia, pido disculpas… pareces una tía legal y yo estoy hecho una mierda y ya no razono… si te explicara… Estos últimos días han sido infernales, no sé, creo que me he puesto enfermo, no comprendo lo que pasa a mi alrededor… todo va demasiado rápido… no lo asimilo, no, bajó la pistola y cerró los ojos en un suspiro de cabreo.
La pareja, llevados por la necesidad de extraer a la superficie sus más profundas sensibilidades, se fundieron en el abrazo del miedo y las lágrimas copularon discretamente.
Acabaron de subir los peldaños que les separaban del quinto piso y quién sabe si de las respuestas que tanto esperaba Andy López.
Es aquí… quinto primera, sí, lo tengo anotado, rebuscó en el bolso y sustrajo una libretita, se aseguró sí, es aquí ¿qué hacemos, llamamos?
Claro que debo llamar, pero tú ya has hecho bastante, mejor vete…
¡Qué dices!, yo entro contigo… estoy intrigada ante esta incógnita. Además me tienen que pagar lo acordado.
¡Ah, claro!. Es por el puto dinero…
Bueno, lo necesito pero sospecho que también a ti. No eres un capricho para mí, no sé qué sientes tú, me gustaría que me lo contaras luego, cuando salgamos. Es la primera vez que me declaro a un hombre, no me lo pongas difícil, te invito a una cena romántica… con velas y tal, ¿vale?
Accionó el timbre en señal de respuesta.
Una nueva puerta dio lugar a una nueva rareza, a una sorprendente, extraordinaria e incomprensible figura que le cogió desprevenido y sintiendo una nausea visceral, vomitó en sus adentros.
Hola, pase por favor… le estábamos esperando.
¿Qué diantre hacía aquí el Sargento Martínez vestido de mayordomo?
Sígame señor, sin temor, entró precediendo el paso en una sala de pequeñas dimensiones, le hizo sentar y conectó un televisor en color de catorce pulgadas, aquí tiene unas revistas si prefiere leer, póngase cómodo que en unos instantes le atenderán, gracias, se evaporó sin más dilación.
¡Eeeh!, espere…, ciertamente había desaparecido.
Pase, sígame… ¿singulares?, se encontraba solo, ¿y Janina?, no la veía, pero había estado allí, existía… todavía notaba la sal en su mejilla, el escozor en el corazón… y en el glande, una irritación.
Estaba siendo objeto de burla. Era el conejo de indias de algún mago desaprensivo que le hacía desaparecer a su antojo, o le sacaba del sombrero, convertido en paloma. Era un número de magia, una carta en la bocamanga, un pañuelo anudado a otros de muchos colores. Una varita y unos polvos le transformaban en transitivo, transmutado en análisis simbólico de un experimento psíquico a metafísico por una supuesta y secreta alquimia aleatoria. O eso o es que la vida es sueño, como diría Calderón, ¿lo era?, ¿en qué lado de la calle vivió Schopenhauer? Seguro que en el más salvaje. O tal vez, Andy, fuera un diente roedor en constante evolución o un embrión perenne, metamorfoseado por una mente desdoblada. Un eyaculador de vidas superpuestas, difusionadas atrozmente en el obsolescente e inanimado cadalso, de soga ridiculizada por la inocencia de un innecesario diluvio caleidoscópico de alusiones suicidas. Resumiendo ¿se había vuelto majara, o le subían los tripis de los setenta? ¡ni hablar!, ni pensamientos de ello ¡nada!, que no se iba a dejar vencer tan fácilmente, con cada dificultad se haría más fuerte. Todo se regía por una lógica que algo despistaba su búsqueda, confundiendo el dietario de un Misoneísta por la agenda de un disoluto acróstico, cuyo maleficio, llevaba gravado sus iniciales.
Un Cuarteto chino para cuerda y un Vals lento para orquesta, de Hauer. En el minúsculo televisor pasaban imágenes de las guerras que inquietaban al Mundo. Escenas hirientes de estremecimiento y compasión. Niños y niñas haraposos, famélicos, esnifando cola, prostituyéndose en Brasil. Negritos mutilados, cubiertos de moscas y hambruna del Este, Asia, África… minas de tierra, bombas biológicas…, despiadado… Cómo se iban a arreglar las cosas, si hasta la pobreza constituía un negocio. Andy, desconsolado cambió de canal; en otro daban “Sansón y Dalila”, María Calas cantaba “Mi corazón se abre a tu voz”. En otro los “Simpson” divertían con sus locuaces e inteligentes diálogos irónicos, intento de despertar la moral social conservadora, sumida en un letargo sin aparente final. Topos, dormilones y marmotas acaudaladas con recursos para varias reencarnaciones, con refugios antinucleares y reservas de provisiones para cualquier posible imprevisto de emergencia general. Pongamos que hablo de Madrid.

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