Pero Andy también conocía buena gente que se preocupaba por los marginados, los sin techo, los niños, las mujeres maltratadas y sabía de organizaciones no gubernamentales o gubernativas, de Médicos sin fronteras, de misioneros y protectores de animales, de conservación de la naturaleza y muchos jóvenes voluntarios, solidarios de causas benefactoras para el planeta. Jóvenes militantes, conscientes de la falta de unión del pueblo caníbal y de la contranatura por parte de las naciones gigantes y Estados manipuladores que se atrevían a llamarse Unidos, jerga intelectualoide de sesos contorneándose, desnudos por los jardincillos atrancados por ficticias verjas, de cicatrices y pesadillas de perro atado a su propio hueso.
Rejas en ventanas asegurando un confortable sillón junto al televisor y un “Reality Show yankee smiling superficial”. Orgullosas tradiciones se trituraban por manos vagabundas. Himnos bien machacados hasta convertirse en un líquido blanco. A continuación se almacenaba en moldes y una vez secos formaban una gruesa masa que se reciclaba repetidamente, en impensantes sesos miméticos de cartón piedra que ahora se contorneaban, vestidos con pudor, por extraños dirigentes alienígenas sectarios promotores de anuncios publicitarios. Una hora menos en Canarias.
Así es, Andy tenía trato con sujetos concienciados, comprometidos a fines admirables que cuidaban bosques y selvas amenazadas, que luchaban y se manifestaban contra los mares y ríos contaminados por vertidos de indiferente progreso industrial y capas de burocracia, estratos financieros, ostentosos intereses y cotizados bursátiles compulsivos. Estas personas sensibilizadas, leían los labios al futuro, traduciendo fielmente los derroteros de la historia, protestando y desafiando a los “malos”, exigiendo los derechos humanos de un código inextinguido, esperando una desesperada muestra de reacción tardía que demostraría el sano juicio de las mafias. Pero éstas, sin dejarse ver, no daban opción y todo quedaba en tiempos de ley seca, espejismo y luz de gas.
Menos armamento, queremos alimento, gritaban los del Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico, unidos a los Anarcosindicalistas y a los camaradas Bolcheviques, seguidores trotskistas, marxistas leninistas. O eso creía Andy López, no muy docto en política.
Con el gobierno fascista, los ricos enriquecen y los pobres empobrecen.
Esgrimían pancartas, palos, piedras y puños de hierro levantados.
La noche en el monte pelado, para piano, de Musorgskij