El Reloj

¿Soy lo que poseo o poseo lo que soy?
Como dice Cortazar, tal vez sean los objetos los que poseen a las personas y no al revés.

A diario, vemos cientos de anuncios que nos ofrecen siempre una nueva opción. Si lo anuncian será bueno. Confiamos ciegamente en el criterio de quien decide qué debe llegar hasta nuestro punto de venta más cercano. Damos por hecho que una cámara de ocho megapixels siempre será mejor que una de siete; aunque no notemos la diferencia.

Aceptamos los cambios con suma naturalidad, asumimos que el desarrollo tecnológico produce magníficos instrumentos, complejos aparatos que entran y salen de nuestras vidas como por arte de magia en una avalancha constante de progreso.
La mayoría de estas máquinas, con las que convivimos, son extrañas presencias cuyo funcionamiento no llegamos a entender, no las comprendemos, pero las abrazamos como si estuvieran vivas. Disfrutamos del uso que hacemos de ellas y nos convencemos de que es mejor tenerlas que no tenerlas. De hecho nos da igual no saber de donde vienen, ni que repercusiones puede tener la aplicación de toda esa tecnología en nuestras vidas o nuestro futuro; mientras el saber que están en nuestras manos nos haga sentir bien, lo demás no importa.
Si compras un móvil de última generación te sorprenderá cuantas cosas novedosas tiene en su menú y dedicarás un gran esfuerzo a aprender su funcionalidad; habrás de utilizarlo, si no ¿por qué lo has comprado? Parece como si delegáramos nuestras capacidades en las capacidades de lo que poseemos; y nos afecta más que cualquier otra cosa. El poseer un objeto nuevo, nos alegra al principio y nos cambia la vida después.
¿Alguien opina lo contrario?
Jerry Mander apuntó, muy acertadamente a mi entender, que la sociedad tecnocrática valora cualquier “avance” (el sentido positivo siempre está implícito) como algo tácitamente bueno, pero nos estamos demostrando que han surgido muchos efectos negativos, fruto del desarrollo tecnológico: la degradación del medio ambiente, el aislamiento y la insensibilización de los valores humanos (solo hay que ver a los millones de personas que asesinan en sus videojuegos), la capacidad de manipulación de los sistemas de comunicación, la gestión depredadora de las empresas, el consumismo descontrolado; entre otros.
¿Y si no fuera correcto hablar de avances?
Einstein se espantó cuando comprendió el uso que se daría a su fórmula mágica en el terreno de la guerra. Si hubiera sabido lo que se le estaba escapando, y siempre se escapan cosas a la comprensión humana, tal vez no hubiera estado interesado en investigar tanto y se hubiera dedicado más a jugar al dominó. Si bien es cierto que la aplicación quedaba dentro del control humano, fue difícil creer que no la aplicaría para el uso bélico. A parte de la guerra, si dentro de, pongamos, treinta años, varias centrales nucleares liberan radiación y provocan la muerte de millones de personas, ¿qué pensaría Einstein?
Si algún día tuviéramos que renunciar a cierta parte de la tecnología para poder mantener la estabilidad, ¿Podríamos hacerlo?
Realmente creo que hemos acabado por perder el control. No sabemos si funcionarán las soluciones que planteamos y aún así nos empeñamos en seguir agrandando el problema.
Es una paradoja. Nuestro modo de vida genera problemas que nos afectan por lo que nos vemos en la obligación de solucionar esos problemas y por ello cambiar nuestro modo de vida. Nos dedicamos a ser la pescadilla que se muerde la cola. Somos como el tonto de Pichote, que vendió el coche para comprar la gasolina. Ejemplos son el cambio climático o las minas antipersonas. Los mismos países que fabricaron los problemas son los que ahora se empeñan en solucionarlos.
Desde la bombilla, el coche, la televisión, el teléfono móvil, el ordenador… El “avance” continúa. Cada objeto en si mismo no supone una amenaza, pero si pensamos en la cantidad de materia que se ha procesado para crear la cantidad de objetos que se han producido, la cantidad de desechos generados cuya gestión es limitada… eso es mucho. Los objetos han forjado su revolución, y ahora asumen el control.
Muchas personas reaccionarán con perplejidad y rechazo, pues no se pueden imaginar un mundo sin tecnología; “viviendo como salvajes”, dirán.
No se trata de imaginar un mundo sin tecnología, ya no se trata de decidir de qué debemos prescindir. El mundo está como está; pero si algún día alguien busca el error, la causa por la cual el equilibrio del planeta se ha destruido, ¿qué duda cabe?
Volviendo a citar a Jerry Mander, “La tecnología es culpable, hasta que no se demuestre lo contrario”. Las cosas son como son y yo intentaré no sumarme al carro del consumo, pero seguiré usando el ordenador.

Todo esto ha surgido como preámbulo a lo que pretendía contar, en la dispersión que me acompaña a menudo. A lo que voy.
La propia imagen es algo que de siempre nos ha desconcertado e interesado.
Pienso en los espejos, que prueban la inteligencia cuando los animales toman consciencia de sí mismos.
Pienso en el cine, más bien en las cámaras de cine. ¿Habéis sentido el poder de una cámara? Impone cuando sabes que un aparato está recogiendo no solo tu imagen, si no también el tiempo en el que esa imagen se desarrolla, el momento y no solo el instante en el que eres tú y lo no verbal se refleja. Y cómo se pueden manipular las imágenes para aparentar una realidad y poder contar una historia aparentemente real. ¡Cómo podemos manipular nuestra realidad para engañarnos y engañar al ojo humano!
Realmente estar delante de una cámara nos impresiona, porque sabemos que después veremos esa imagen y nunca tendremos la seguridad de lo que vamos a descubrir.
Y pienso en las fotografías
Con la aparición de las cámaras digitales, el concepto de fotografía es algo más abstracto. Nos referimos a la imagen en sí, el hecho de fotografiar, que si bien no es un objeto físico, se hace real en el espacio virtual de esta nueva era digital.
Lo que antes era un soporte en papel, ahora lo es en silicio, cables y plástico.
Me centro en la observación que quería hacer, origen de todo esto, proponiendo un juego a quien tenga un poco de tiempo libre:
Elige un grupo de 10 chicos y chicas de Madrid, de entre 15 y 25 años. Piensa cuantas fotografías, del último año, pueden tener almacenadas en sus ordenadores (salen muchas). Ahora piensa cuanto tiempo dedicaron a realizarlas, entre poses, repeticiones, gracias, bromas, momentos de euforia, viajes, fotos de grupo, curiosidades, fiestas… Y sobre todo imagina a esas personas viendo la fotografía al instante en la pantalla de la cámara, comentándola y enseñándola al resto. Invirtieron mucho tiempo en el ejercicio fotográfico.
Esas imágenes acabarán descargadas y almacenadas, y tal vez en un tiempo las revisarán en momentos de aburrimiento.
Como último punto del ejercicio lúdico, imagina a esas personas elegidas viendo las fotografías diez años después.
¿Acaso recordarán su pasado? Yo imagino a las personas recordando un pasado basado en imágenes, datos almacenados y mucho tiempo invertido en captar el presente.
¡Qué bien me lo pasé! pensarán.
No hay que olvidar que delante de la cámara sabemos que se está captando nuestra imagen, y eso impresiona. ¡Patata! y las personas retratadas sonríen.
Las fotografías digitales nos han robado el presente, y serán poseedoras de los recuerdos del futuro.
Otro ejemplo de que tal vez sean los objetos los que poseen a las personas y no al revés.

Eres lo que tienes, tienes luego existes. Es el paradigma consumista.
Ya va siendo hora de que surja un nuevo paradigma que nos libere de nuestra propia evolución.

Posiblemente quien lea esto se podría hacer una imagen confusa, pero nada parecido es el objeto de este escrito.

Un comentario sobre “El Reloj”

  1. Hola Condenato, este texto esta cargado de tus ideales, que respeto y en los que siento pensamos igual, y reflejas todo lo que piensas de tal manera que te desvias, jeje pero todo va guiado de alguna manera por la misma linea. Es una reaccion en cadena, que observamos cuando vemos esta sociedad, quiero agregar tambien entre tus comentarios, que es cierto en cuanto a que estamos dominados, el hombre creo una sociedad y es esta sociedad que nos domina ahora, y el ser humano por soberbio, termina dependiente de sus creaciones. Muy bien adaptado el texto a nuestra forma de pensar, (si me permites pluralizarlo, pero me uno al club).

    Muy buen texto, tampoco quiero ser de los que dependen de todo eso que creamos. Has leido a McLuhan, es del equipo jaja.
    Tambien he considerado mucho, que seria de Beethoven en la actualidad, seguro pasaria escuchando radio, o que seria de Alva Edison, si estuviera gozando de esto que “disfrutamos”, o si lo hubieran tenido ya en aquel tiempo, tal vez no hubieran llegado a ser los genios que consideramos ahora, estos “avances” a mi percepcion son aniquiladores de posibles genios. Si aun vivieramos con candelas, la mente se ocuparia en cosas menos estupidizas como el tv u otras cosas, tal vez Edison, habria sido un simple Bill Gates, bueno, tan simple como sus millones.
    Un saludo voremico.

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