El torerillo Luján.

– ¡Madre, madre, que debuto por fin!.

– ¡Hijo mío!… ¿no ves que ese afán por ser torero te va a llevar a la tumba antes de que cumplas los veinte años de edad?.

– ¡No se preocupe madre… que voy a triunfar!. ¡Ya estoy viendo en sueños los carteles taurinos por toda España con mi nombre en primer lugar!. ¡Nada más y nada menos que Pepe Luján “El Hortelano”!. ¡La fama, madre, la fama!. ¡Me esperan la fama y la gloria!.

– ¿Pero por qué tanto afán de ser famoso, hijo mío?.

– ¡Para demostrarle a la Maribel que se equivocó de hombre!. ¡Anda que elegir como novio a Manolo García, hijo de Manolo García, nieto de Manolo García y biznieto de Manolo García y todos ellos de oficio funerarios!. ¡Se va a enterar de quién va a ser Pepe Luján “El Hortelano”!. Pero será demasiado tarde porque tendré chavalas al montón como dice la abuelita Fina refiriéndose a las patatas fritas.

La madre de Pepe Luján no tuvo más remedio que soltar una larga carcajada; pero una vez pasada la risa volvió a la dura realidad.

– ¡No sueñes tanto Pepe!. ¡Tu lugar no es la fama!.

– ¡Se equivoca, madre, se equivoca!. ¡Ya me veo en el primer lugar de todos los carteles taurinos de España!. ¡Pepe Luján “El Hortelano”!. ¡Ahí es nada!. Me pienso comer el mundo con un par de chavalas guapísimas colgadas de cada brazo para que se entere la Maribel.

– No tengo ganas de risa, Pepe. Me da miedo que pienses tanto en la fama.

– ¡No se preocupe madre, no se preocupe!. Para empezar debuto para amenizar las fiestas de Nuestra Señora de Alarilla.

– ¿Dónde hijo mío, dónde?.

– En Fuentidueña del Tajo, de la provincia de Madrid. ¿Por qué me pregunta eso?.

– Nada hijo mío, nada… sólo quiero saberlo para rezarle a la Virgen de la Fuensanta para que te ayude a dejar ya esa obsesión.

– A mí lo único que me obsesiona es Anita Belmonte que también se las da de estirada; incluso más estirada que la Maribel. ¡Se va a enterar también Anita Belmonte de quién es Pepe Luján!.

– Si es que pides imposibles, Pepe… hijo mío… pides imposibles. La Maribel era imposible porque le gusta mucho el mundo de los muertos y todo lo relacionado con tumbas y sepulturas y Anita Belmonte ya sabes que suspira por los hombres maduritos y de clase alta. ¿Cómo puedes pensar en Anita Belmonte que desciende por parte de padre del gran sevillano Juan Belmonte, el torero que nunca puede morir?. Tú sólo eres un pobre y sencillo chaval de Beniel nada más. ¿No te das cuenta?. Ella es el mejor partido para las ricos de Madrid o Barcelona aunque viva en Cartagena.

– ¡Las que se van a dar cuenta, demasiado tarde, son ellas!. ¡Voy a tener para elegir entre cincuenta o sesenta por lo menos!. Y, por supuesto, mucho más guapas que la Maribel y Anita Belmonte juntas. Se va a enterar Anita Belmonte cuando yo sea el triunfador de la Feria de Sevilla. Así que deje de rezar a la Virgen de la Fuensanta y prepáreme un buen almuerzo que tengo que practicar.

– Pero… ¿a dóde vas hoy?. ¿No tenías que ayudar a tu padre en la huerta?.

– ¡Estoy harto ya de tanto faenar en el campo, madre!. ¡Me voy con Paco Cienfuegos a practicar a la plaza de toros de la capital!. ¡Vamos a ser la envidia de toda la calle Garay!.

– ¿O sea, que ha sido ese gandul de Paco Cienfuegos quien te ha contagiado esta locura por los toros, verdad?. ¡Paco Cienfuegos es un borracho medio mendigo que no tiene donde caerse muerto por ser tan vago y tan sinvergüenza!. ¿Cómo te has podido hacer amigo de ese malandrín trasnochado que está más loco que Nostradamus?.

– Que no, madre… ¡que se equivoca usted porque el que le ha contagiado esto de la fama taurina he sido yo a él!. Y hablando de la calle Garay, número 48, que es para que usted lo sepa donde pienso triunfar al año que viene… ¡ya me estoy viendo haciendo giras por toda América Latina donde voy a ser más famoso que el conquistador Francisco de Garay porque pienso triunfar en México y voy a conquistar a todas la mejicanitas que encuentre a mi paso. ¡Y eso sólo va a ser el aperitivo!

– ¡Bájate de las nubes, Pepe, y deja de tener tantas fantasías y ya que hablas de México a ver si aprendes de Don Tomás que él si que sabe de todo lo de las tierras aztecas!. ¡A ver si con Don Tomás aprendes culturas y te conviertes en un hombre de provecho!. Por cierto, Don Tomás se me ha quejado de que estás faltando mucho últimamente a sus clases. ¿A dónde vas cuando faltas a las clases de Don Tomás?.

– Madre… ¿de qué le sirve a un torero que va a ser el mejor torero del mundo saber cosas sobre las leyendas de la serpiente emplumada, o quien fue Moctezuma o las historias de los quetzales?. ¡Y vaya lío con los totonecas, olmecas, aztecas y tlaxcaltecas!. ¡Lo mío son los toros, madre, los toros, la fama, las chavalas guapas, etcétera, etcétera, etcétera!.

– Que vas por muy mal camino, Pepe…

– ¡Nada de mal camino, madre!.¡Eso es lo que dicen de mí todos los envidiosos!… y además… ¿que puedo hacer yo en este pueblo de Beniel que hasta nuestro equipo de fútbol va a bajar de categoría este año?. ¡Aquí me aburro como un burro entre tanta y tanta tierra por cultivar!. ¡Que no, madre, que no!. ¡Que me voy a triunfar a Madrid porque una vez que haya maravillado a todos en Fuentidueña del Tajo seguro que me abren de par en par las puertas de su famosa Escuela Taurina para ir limando poco a poco todo el arte que llevo dentro.

– Mira, hijo mí, si me dijeses que te van a abrir las puertas de la Real Academia de la Lengua Española ya sería otra cosa e incluso yo te apoyaría un poco hablando con Don Víctor García de la Concha que es amigo mío desde que le deslumbré hace dos años cuando pasé vacaciones con tu padre en Villaviciosa, pueblo de Santander por cierto; pero lo de la puerta de la Escuela Taurina si que no… ¡eso si que no!.

– Madre. La Real Academia de la Lengua Española sólo es una colección de hombres y mujeres muy ilustrados pero más viejos que la tartana de Venancio.

– Escucha, hijo mío… ¡un poco más de respeto a la cultura de la letras!.

– Yo bastante tengo con la sopa de letras que me haces comer todos los días. No. Yo no sirvo ni para las letras ni para las ciencias… ¡yo sólo sirvo para ser torero!.

– Que no, hijo mío, que eso sólo te conduce a la muerte prematura.

– Lo que pasa es que usted, madre, no me tiene fe; sin embargo, la abuelita Fina no sólo confía en mis facultades sino que me anima a que siga adelante. Porque la abuelita Fina sí que sabe de toros porque se pasa todas las tardes viendo corridas por la tele.

– Mira, Pepe, vamos a ver si llegamos a un acuerdo.

– ¿Qué acuerdo?.

– Que si acudes a todas las clases de Don Tomás te doy permiso para que debutes como novillero en Fuentidueña del Tajo.

– ¡Eso está hecho, madre!. Pero ahora tengo que ir a Madrid capital para preparar el terreno porque el futuro está en Madrid capital y su plaza de toros de Las Ventas, la Monumental, la catedral taurófila del mundo.

– Me parece que me vas a hacer trampas.

– Que no, madre, que en cuanto vuelva no me pierdo ni una sola clase sobre las culturas precolombinas; aunque repito que las leyendas de Tiahuanaco me van a servir menos que el algebra trigonométrica que también… ¡vaya tormento con la trigonometría y el álgebra!.

– ¡Me has dado tu palabra!.

– Está bien. Pero ahora me esperan en Madrid.

– ¿Es que ya tenías concertada una entrevista con alguien de Madrid, sinvergüenza?.

– Por supuesto que sí, madre. Ya sabe usted eso de hombre previsor vale por dos.

– ¿Y se puede saber con quién vas a hablar en Madrid sobre tu futuro en los toros?.

– Nada más y nada menos que con Doña Carmen y Don Carlos.

– ¿Y quiénes son esos dos si se puede saber?.

– Que no se entera de nada, madre, que la abuelita Fina fue la que contactó con ellos por teléfono y concertó la cita.

– ¿Así que la abuelita Fina está detrás de todo este asunto, verdad?.

– Ella y Don Florencio.

– ¿Tu maestro de Geografía?.

– Sí. Don Florencio… mi maestro de Geografía Universal… sabe desde siempre que seré conocido en el universo entero.

– ¿Pero estás chiflado, hijo mío?.

– Bueno. Quise decir en el mundo entero. Y pienso ponerme el mundo por montera que hasta en la Calle de la Montera de Madrid no van a hacer otra cosa sino hablar de mis gestas y hazañas en los cosos taurinos.

– ¿Qué es un coso taurino, hijo mío?. ¿No será algo malo, verdad?.

– Se llama coso a la plaza de toros, madre… que sigue usted sin enterarse de por dónde andan los tiros.

– ¿Es que te vas a ir a la guerra?.

– Está visto que no nos entendemos madre. Usted está hablando de Huesca cuando yo estoy hablando de Huelva y yo estoy hablando de Málaga cuando usted está hablando de Malagón. A eso dicen los entendidos en Sociología que se llama conflicto generacional. ¡No podremos entendernos jamás, madre!.

La madre, puestas ya las cosas como estaban, comenzó a soltar unas lágrimas de cocodrilo para ver si así le convencía a quien ella creía un descarriado hijo.

– No me convence madre. Me voy a Madrid. La fama me tiene ya sus brazos abiertos.

Como la madre de Pepe Luján vio que el truco no le había servido de nada, atacó por otro flanco.

– ¿Pero qué sabes tú de la fama?. ¿Sabes lo que tienes que pagar por ser famoso?.

Pepe Luján acercó su silla a la de su madre antes de responder.

– ¡Ahora no me corte el rollo, madre!. ¡Ahora escúcheme usted un buen rato a mí porque le voy a demostrar qué sé yo de La Fama!. Apunte. Apunte si lo desea porque lo he aprendido de mis lecturas y no precisamente de las lecturas de las revistas del corazón.

– ¿Qué tienes contra mis revistas del corazón?.

– Que eso sí es incultura total, madre. Ahora escuche usted mi demostración magistral.

– Adelante si te atreves, hijo mío.

– ¡Allá voy!. En la mitología griega Feme u Osa era la personificación de los rumores, los cotilleos y la fama. Precisamente su equivalente romana sería la diosa Fama. Se encargaba de extender los rumores y los hechos de los hombres, sin importarle si éstos eran ciertos o no, o eran justos o negativos. Por este motivo no era bien recibida en las tranquilidades del cielo, y al no ser tampoco una criatura infernal, habitaba entre las nubes, provocando desórdenes y malentendidos entre los mortales. En cierto sentido se la consideraba una mensajera de Zeus. Feme era hija de Afrodita aunque muchas fuentes señalan que era la última hija que tuvo Gea, que la engendró por sí misma para vengarse de los dioses. Era una criatura alada de inaudita rapidez para cumplir su misión. Tenía un ojo detrás de cada pluma y una lengua por cada ojo que repetía sin cesar todo aquello que aprendía. Además, sus ojos nunca se cerraban, porque a Feme no le afectaba el poder del Sueño. Sófocles en cambio la hace hija de Elpis, la esperanza. A pesar de los problemas que causaba en todas las ciudades, Feme era querida por gran parte de la población, porque era la que se encargaba de que los hechos de los héroes fueran conocidos, y de abrir al conocimiento público las grandes gestas y las desgracias de los pueblos, fomentando la comunicación. Por esto era invocada a menudo por aquellos que estaban orgullosos de sus actos, que apelaban a su fama para hacerse notar y distinguirse del resto. Con la aleatoriedad propia del destino, Feme podía ensalzar eternamente a personas caídas en desgracias (como Eneas tras la caída de Troya) o por el contrario, hundir a quien no lo merecía, como fue el caso del difamado Palamedes durante el asedio a dicha ciudad. La malicia de Odiseo propagó falsas acusaciones de traición hasta el punto que Palamedes terminaría lapidado por su fama, en este caso totalmente injustificada. Se aludía a Feme como una posible proveedora de inmortalidad, al hacer recordar las hazañas de un hombre mucho tiempo después de haber muerto. Este deseo de permanecer eternamente en las mentes de las generaciones futuras inspiraba a los héroes a arriesgar incluso su vida con tal de adquirir el ansiado reconocimiento. Conocido es el caso de Aquiles, que pudo elegir entre una vida larga y anónima o una corta y gloriosa, decantándose por ésta última. También se la relacionaba con Niké, la victoria, si bien los caprichos de la fama podían hacer que fueran los derrotados los que alcanzasen la notoriedad, como ocurrió en la derrota del paso de las Termópilas. Por esta injusticia el propio Eneas la llamaba la peor de los demonios, y el más rápido. Su poder de hacer grande lo pequeño y pequeño lo grande la hacía todopoderosa, y los hombres, al principio reacios a sus relatos, terminaban tomando como cierto todos sus argumentos y venerándola como la única portadora de la inmortalidad que los acercase a los dioses. De hecho, Feme tenía un altar en la misma Atenas.

La madre de Pepe Luján se quedó boquiabierta.

– ¡Venga, Pepe!… ¿nos vamos o no nos vamos?.

– ¡Espera un momento, Paco Cienfuegos, que ya termino!.

– ¿No te irás sin almorzar, hijo mio?.

– Nada de hijo suyo, madre. Me voy a Madrid sin almorzar. Cuando sea famoso almorzaré hasta hartarme.

– ¡Venga Pepe que la Bultaco ya está inquieta!.

– ¿Es que os váis con una chavala de mala fama?.

– ¿Quién?. ¿La Bultaco?.

– ¡Sí!. ¿Quién es esa pelandusca de la Bultaco que se te ha enrollado con eso de que vas a ser famoso antes de que otra te conquiste?.

Pepe Luján soltó una risotada y se fue partiendo de risa. Segundos después, con Paco Cienfuegos al manillar, salían disparados camino de Madrid capital.

– Paco… si es que triunfamos en Fuentidueña del Tajo te prometo que lo celebramos en la fiesta del lunes… que me han dicho que toca la Orquesta Casman.

– Eso espero, Pepe, eso espero…

– De momento ten cuidado y no vayas a más de ciento diez por hora, Paco.

Y Paco se limitó a sonreír mientras la aguja de la moto no marcaba más alla de los noventa.

– Sin problemas, Pepe, sin problemas.

La vega del Segura desde la Cordillera sur, con la ciudad de Murcia al fondo, se iba quedando atrás… atrás… y recortada en el horizonte.

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