Ella cierra los ojos y deja sus labios entreabiertos. Mis dedos, ya sin temor alguno, juegan a ser pinceles a lo largo de su cuerpo. Después me entretengo en dibujar en su bello rostro figuras que van tomando vida como movidas por el soplo de Dios: una sirenita azulada, un barco de vela de color añil, una luna negra, estrellas multicolores, dos gaviotas blancas como la luz del alborear, un corazón del color trigueño del maíz… Se oye la lejana voz del viento.
Amarla no es sólo poesía. También es deseo de ver cómo se calienta bajo el tacto de mis sentimientos. Es hacerla viajar por países tan imaginarios que no duerme dos veces en el mismo lugar. Amarla es no tener conciencia de dimensión alguna ni de sentido concreto a la hora de dibujar sobre todo su cuerpo sueños convertidos en pájaros errantes a través de las yemas de mis dedos. Quizás amarla sea también hacer que su sensualidad se convierta en un sencillo diálogo entre mis preguntas y sus disposiciones para abrasarse en el fuego de mi ansiedad.
– ¿Es cierto lo que dicen de los poetas?.
– No estamos locos…
– Pero es cierto que sois creadores de mitos.
– En cierto modo sí.
– Pues los mitos de la poesía son la parte más asumible de nuestras vidas.
– Eso es al menos lo que intentamos conseguir con un poema.
– ¿Y cómo lo podéis lograr?.
– Sólo manejamos los elementos más naturales del mundo. El resto lo ponéis quienes veis a los poetas como algo muy interno.
– ¿Y por eso os llaman locos?.
– Es que no saben que la poesía es una clara composición de la razón.
– Hablando de la razón de los poetas… ¿el agua de los cántaros sabe a pájaros?.
– ¿Quién te ha dicho eso?.
– Tú me lo escribiste hace muchos años. Antes incluso de llegar a conocerme.
– Pues es cierto. Sabe a pájaros en el amanecer.
– Tengo sed…
Vuelvo a apretar su cuerpo entre mis sentidos. Las golondrinas duermen en las ramas del almendro de la primavera. Yo las veo imaginadas en los hermosos ojos de ella que lentamente se van cerrando mientras hunde su cabeza en mi pecho para comenzar a soñar. Los latidos de su corazón son las agujas de cristal que marcan los tiempos de mis horas. Su boca roza la firme piel de mi corpórea excitación. No duelen jamás sus besos porque las suaves caricias de sus labios son sonrisas para mi memoria y, besando su lindo rostro, descubro en sus labios la sonrisa de la gratitud.
Así es cómo la música del nuevo día nos habrá de descubrir…
Pero ahora, mientras tanto, somos dos misterios fundidos en un solo clamor que pertenece únicamente a la feliz esencia de nuestro silencio, ese espacio de sensible sensación que sólo puede ser hollado por los ardores de nuestro propio, limpio y amoroso enlace. Así será por siempre y para siempre ante los ojos de Dios y la entera Humanidad; esa gran marea de seres que conforman el pasado que no conocemos, el presente que estamos conociendo y el futuro que en parte conoceremos y en parte quedará desconocido. Ese Dios y esa Humanidad son, para nosotros dos, los testigos del enigma que hemos deseado interpretar sin tener que pedirles permiso para que lo acepten; porque somos dos amantes en plena libertad.