Ella llegó cuando él se iba… (Relato corregido) Reedición

Ella, desde que le divisó sentado allí, apurando solemnemente su copa de coñac, solitario dentro de sus pensamientos, se sintió atraída por él, por un enigmático afán de acercársele; así que se atrevió a ir en su busca y pedirle fuego. Él la miró francamente a los ojos y la invitó a que se sentara a su lado mientras le encendía el cigarrillo…
– Parecerá una frase hecha, un tópico más, pero es verdad que me da la sensación de conocerle desde hace mucho tiempo – dijo ella.
– Y, sin embargo, es la primera vez que nos vemos – respondió él.
Y así, animadamente, él comenzó a hablarla de temas suaves, de lo bien que la sentaba la luz roja del local reflejada en su rostro moreno. Ella reía con verdadero entusiasmo de princesa halagada…

– Me siento feliz de verla reír.
– Y yo me siento feliz de estar hablando con usted y escucharle. Habla usted muy bien. Hace mucho tiempo que no encontraba a alguien con una conversación tan amena. Bueno, en realidad nunca encontré un hombre que me amenizara con su conversación. Nunca hasta ahora.

Después hubo un poco de silencio entre ambos. Ella miraba el humo de su cigarrillo y él miraba a los ojos oscuros de ella. Fue ella quien rompió el momento…

– ¿Cuánto años tiene?.
– Lamentablemente acabo de cumplir los 60.
– Lo mío es peor. Tengo 35.

El silencio volvió a sentirse entre ambos.

– ¿Qué piensa usted de todo esto?.
– Si le dijese lo que pienso… habría que detener la vida.

Ella se animó más…

– ¿Puedo tutearte?.
– Claro. A mi edad eso ya no tiene ninguna importancia.
– A tu edad los hombres siguen siendo interesantes.

En esos momentos sonó un vals…

– ¿Cómo te llamas?.
– Yo, Víctor… ¿y tú?…
– Yo simplemente Elvira…

Y dejó resbalar su nombre por el ambiente…

– ¿Quieres bailar, Víctor?.
– ¿Por qué no?.

Y comenzaron a bailar el vals…

– Es la primera vez que me enamoro realmente de un hombre.
– Yo, sin embargo, es la última vez que me enamoro de una mujer.
– ¿Quieres venir a mi casa esta noche?.
– Espera, Elvira… es mejor que no. No por falta de deseos, sino que es mejor que lo nuestro no acabe en desengaño.

Entonces fue cuando ella acercó sus labios a los de él y se besaron en medio de la noche.

– Elvira –dijo él separándose de ella- Yo he llegado ya demasiado tarde…
– Nunca es demasiado tarde…
– Solo si nos enamoramos de una ilusión. Pero yo ya no busco enamorarme de ilusiones.

Siguieron bailando en silencio… hasta que ella volvió a romper el momento…

– Ya no hay caballeros como tú.
– Es que los caballeros quizás seamos animales en peligro de extinción.

Ella rió abiertamente el chiste y él la volvió a mirar profundamente a los ojos mientras la estrechaba contra su pecho.

– Me recuerdas cuando yo era un niño.
– ¿Por qué?.
– Porque entonces, en la escuela, todos nos peleábamos por estar al lado de la chica rubia de los ojos azules… Sin embargo…
– Sin embargo algo cambió en tu interior ¿no es cierto?.
– Sí. Con el paso del tiempo me di cuenta de que los ojos de los que yo me enamoraba realmente eran de los de color oscuro como los tuyos. Y que el pelo moreno tenía muchos más misterios…
– Quizás sólo sea cuestión de gustos.
– Cuestión de gustos y algo más, Elvira. Para mí es cuestión de magia. No sé por qué las mujeres de hoy tienen tanto afán por teñirse de rubias. Siempre me imantó la magia de las mujeres con cabello moreno.

Ya estaba terminándose el vals…

– ¿De verdad no quieres venir esta noche a mi casa?.
– De verdad quisiera tener sólo 30 años de edad y ser la primera vez que me enamoro.
– ¿Y por qué no intentas creértelo?. Creer que de verdad tú tienes 30 años de edad y yo sólo soy una chiquilla de 23.
– No. No es posible, Elvira. Lo mejor es que esto acabe así… tú con todos tus años por delante y yo caminando lentamente por la avenida de tu recuerdo…
– ¿Estás casado, verdad?. Y hay una esposa que te espera en casa…
– No, Elvira. Hace muchos años que soy viudo.
– Entonces no lo entiendo.
– Podemos engañar al tiempo pero no podemos engañar a la vida… sólo te pido que me jures una cosa, Elvira.
– ¿Cuál?.
– Que cuando te enamores realmente de un hombre y no de una ilusión lo hagas con la misma limpieza que lo has hecho hoy. Con la misma limpieza y para siempre.
– Te juro que así lo haré.

Terminó el vals. Estuvieron bebiendo una última copa y él le regaló una flor de orquídea antes de salir a pasear lentamente por el camino de su recuerdo…

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