Inadvertidmente llevó su mano al ojo y se rascó con suavidad. Sintió que la estancia se acomodaba a su visión única, y procuró sentir la caricia de los párpados sobre la cara. ¿Dónde estaba ahora? Se fijó en la mesa y descubrío que parecía más grande, deformada, oblonga.
Miró sus manos y una deformidad uniforme le daba la idea de estar viendo raíces de mirto, o flagelos de santos. ¿Dónde estaba su mirada? Se supo un cíclope inventado,que a sus ocho años, había atrapado la realidad mentirosa de Maya; esa que el Buda supo convertir en gotas de rocío.