Me encuentro en medio de la guerra.
Uno de los caballeros me mira de reojo, con temple desafiante.
Llega heroico hasta mi sitio con su impecable armadura; sangre de acero.
El campo de batalla resuena de atropellos y muertes prematuras. Dos cabezas ruedan frente mío con la ligereza de la luz, hasta desaparecer en la humedad del estrepitoso lecho.
El sol se hunde en los cuerpos inertes y aclara los rostros de
quienes combaten Aún.