En la penumbra

Era lunes. Mi padre se había levantado temprano para ir a trabajar y oí un grito:
-¡Lola, lola, nos ha tocado¡.Exclamo mi padre.
Mi madre bajo corriendo desde su habitación preguntando todavía exaltada:
-¿Qué nos ha tocado?
-El viaje a Transilvania, hombre.He abierto el bote del colacao y aquí esta el premio; Respondio mi padre.
Era una promoción que habían puesto hacia un par de meses para pasar un fin de semana en un hotel-castillo de Transilvania,asi que en una semana nos vimos plantados allí mi padre, mi madre, mi hermana Patricia, mi hermano Miguel, y yo.

Era un castillo antiguo reformado como hotel, aunque allí parecía no haber ni un alma.Era de noche y hacia frió y nevaba, así que nos apresuramos a entrar en el castillo.Mi padre, con sus 54 años por su tez morena y su cuerpo esbelto, fue el primero en entrar.Mi madre era bajita y rechoncha, tenia un pelo castaño y brillante y contaba con cuatro años menos que mi padre, fue la siguiente en entrar.Luego entramos Patricia, Miguel y yo.
A la puerta aguardaba un hombre de estatura mediana y un poco encorbado.Tenia unos ojos negros muy brillantes y unos dientes blancos perfectos.Tenia el pelo corto negro azabache y una ligera sonrisa parecía salir forzada como una mueca de su cara redonda.Iba muy bien uniformado, con un traje negro y una camisa blanca.
-Ustedes deben de ser los del sorteo.Mi nombre es Igor y el conde los atendera enseguida.Siganme; Dijo con voz serena pero profunda.
Nos dirigimos hacia el ala este del castillo e Igor abrió una de las habitaciones:
-Esperen aquí, el conde bajara enseguida; Volvio a repetir.
Era una antigua sala de estar.Tenia una chimenea y cuatro columnas circulares a sus lados con grabados antiguos.En el centro, una mesa de caoba con sus respectivas sillas, rellenaban la sala y encima de la chimenea un cuadro, pintado al oleo, que imagino seria un retrato del conde.
Mi hermana Patricia, un año mayor que yo, ósea, 31, no quería hacer este viaje.decia que era una tontería venir aquí a pasar frio, pero una vez aquí, parecía muy interesada.Era muy guapa y alta.Tenia una piel blanca y un pelo largo y moreno.Sus ojos eran largos a comparación con su nariz y eran de color castaños.Era una muchacha alegre aunque, hacia poco, había roto con su novio Gonzalo.
Observaba con curiosidad los gravados de las columnas cuando un hombre alto y pálido irrumpió en la sala.No había visto a una persona igual en mi vida.Debia de tener unos treinta y cinco años. Era el mismo hombre que vimos en el retrato de la chimenea. Tenia una mirada fija que daba escalofrios, su cuerpo parecía de porcelana, sus manos parecían mas largas con la protuberancia de sus uñas y sus labios rojos se marcaban en su cara como un tatuaje perverso.
-Bienvenidos.Soy el Conde Dracul y están ustedes invitados a pasar el fin de semana en mi castillo. Son los únicos invitados así que estarán muy cómodos. No hay mucha gente que quiera venir por aquí en estos inviernos; Comento con una voz rota y un acento raro.
-Ahora pasaran ustedes a cenar y luego Igor les enseñara sus habitaciones, supongo que estarán cansados del viaje; prosiguió.
-Yo lamento no acompañarles pues ya he cenado, pero Igor les atendera en todo lo que les haga falta;
Acabado estas palabras se dio la vuelta sin más no sin antes observar fijamente a mi hermana. Mi hermano Miguel se dio cuenta. Es el típico ligon de 25 años, rubio, alto, guapo, con ojos azules y mucha labia. Así que le dijo a mi hermana:
-Eh, Patri, ya has ligado ¿eh?
-Cállate estúpido; replicó mi hermana.-Siempre diciendo tonterias; Añadio.
Igor entro por la puerta y nos llevo al comedor, al ala oeste. Era un comedor bastante grande. Tenía una piedra tallada a un lado de la sala y contaba con otra chimenea. Las paredes eran de piedra maciza talladas con unos caballeros en posición de guardia.Tenia una mesa de piedra de jade en el centro, también tallada con diferentes cabezas de caballeros, que apuntaban a sus respectivas sillas. Nos sentamos en la calida sala a cenar y después Igor nos llevo al ala norte, subiendo las escaleras, a nuestras respectivas habitaciones. A mi y a mis hermanos nos dieron habitaciones individuales y a mis padres una habitación de matrimonio con una cama muy grande y dos mesitas de noche. Tenía una gran alfombra roja y un cuarto de baño. Nuestras habitaciones eran parecidas aunque nuestras camas eran más pequeñas y antiguas. Eran todas de madera forjada con unos colchones muy cómodos.
Igor nos prohibió bajar al sótano del ala norte diciéndonos que esa zona estaba en reformas. Hizo una reverencia y se marcho. Eran las 23:30 de la noche y todos nos acostamos a dormir. Pronto cogimos el sueño mecidos por un suave perfume a incienso que procedía del pasillo.
Esa noche me costo coger el sueño. Soñé con ese hombre llamado Dracul y que yo estaba bañado en un mar de sangre y por mas que nadaba y nadaba no conseguía salir.
Mientras tanto, en el interior del sótano, el conde salía de su escondrijo dirigiéndose a la habitación de mi hermana. Entro con sumo cuidado, se acerco a su cama, puso la mano en su pecho, notando las palpitaciones de su corazón, copio su frágil cuello y, sacando sus colmillos, el Conde la mordió, sorbiendo cada gota de su sangre, saciando su sed. Mi hermana se volvía más y más pálida y gemía lentamente ahogándose en la soledad de sus pesadillas. Entonces el conde paro de chupar de su rico néctar y cogiendola en brazos se la bajo al sótano.
Me desperté a las tres de la madrugada agobiado entre el sudor y las sabanas. Mi mente estaba perturbada por mis pesadillas así que me levante y abrí la puerta de mi habitación. Salí hacia fuera. El ambiente estaba tranquilo, no se oía ningún ruido mas que el respirar angustioso de mí ser. De repente sentí el deseo irrefrenable de bajar al sótano. Tenia que ver lo que había allí metido. Quise llamar a mi hermano Miguel para que me acompañara pero con lo chismoso que era seguro que me metería en algún lío, así que me dirigí a la habitación de mi hermana Patricia. Llame a la puerta pero no hubo respuesta. Volví a intentarlo con un poco mas de ímpetu pero tampoco me respondió así que me decidí a entrar. Abrí la puerta y entre en silencio. Me dirigí a su cama pero allí no estaba. ¿Donde se abría metido? ¿Abría tenido la misma curiosidad que yo por ese sótano? Un escalofrió recorrió mi cuerpo. Había restos de sangre en la cama de mi hermana.
– No; pensé. Seria alguna tontería, algún corte o algo parecido.
Todos habíamos oído las leyendas de vampiros en el colegio, y en Transilvana, nada menos, pero las leyendas son leyendas.
Me arme de valor y me dirigí a las escaleras. Mis pasos se oían como repiqueos de tambores apagados. Llegue a la planta baja. No vi ni a Igor ni al Conde. Las escaleras seguían bajando hacia el sótano y nada invitaba a bajar. Estaba oscuro, asi que cogi una antorcha de la pared y baje las escaleras. Llegue a una gran puerta de madera en la cual había una inscripción que si sabia descifrar: La sangre es la vida”. Me aterrorice pero abrí la puerta. Entre en una pequeña sala circular en la que había mucha humedad y dos ataúdes. Uno de ellos estaba abierto y el otro, mas simple y nuevo, permanecía cerrado. Me acerque con cautela y con mi antorcha apunta hacia el techo. De pronto, cientos de murciélagos volaron hacia mi irritados por la luz. Pensé que no iban a parar nunca pero pararon y pude recomponerme, así que me dirigí hacia el ataúd que estaba cerrado. Era de madera de caoba, como el otro, aunque no tenia tallados. Aunque si vi un dibujo precioso en el centro que parecía ser el de una hermosa mujer. Levante la tapa y el chirriar de la madera hizo eco en toda la sala. Hay estaba mi hermana tumbada con su piel mas pálida que nunca y un vestido blanco que llevaba puesto que parecía mas bien del siglo XVIII. Tenía unos labios rojísimos y asomaban unos colmillos blancos como la leche por entre su comisura. No me lo podía creer. ¡Era cierto, Mi hermana era un vampiro!. De pronto abrió los ojos y se abalanzó hacia mí. Tenia una fuerza extraordinaria y casi suelto la antorcha:
-¡La antorcha, claro!; Pensé. Era lo más parecido que tenía a una estaca, pero no, no iba a matar a mi hermana. Tenia que esperar al conde Dracul y acabar con el. Cerré la puerta del ataúd como pude y eche el cerrojo. Podía escuchar los alaridos de mi hermana. Salí corriendo de la sala y subí a mi habitación. Llegue casi sin respiración y saque del cajón de la mesita la vieja navaja de afeitar de mi abuelo.
Tenia que esperar a la salida del sol para volver a bajar al sótano. Pasaron las cuatro, las cinco y por fin dieron las seis de la madrugada. Los rayos del sol empezaron a asomar por entre los cristales de la ventana de mi cuarto. La adrenalina disparaba mi corazón. Baje de nuevo al sótano y volví a abrir aquella puerta. Había cogido una nueva antorcha. La sala estaba en silencio sepulcral. Esta vez, los dos ataúdes permanecían cerrados. Me dirigí al más antiguo. A cada paso que daba mi corazón se aceleraba mas y mas. El ataúd estaba tallado con la figura de un guerrero medieval sujetando en una mano una espada ardiendo y en la otra una copa parecida a un cáliz. Era un ataúd viejo y parecía pesado. Levante la tapa lentamente y ahí estaba el conde, durmiendo y reposando. Parecía cansado, como si hubiera tenido una noche agitada de caza. Por entre sus colmillos aun brillaban restos de sangre.
-¡Maldito vampiro!; Pensé.- ¡Ahora vas a morir!; Cogi con fuerza la antorcha con las dos manos, la levante sobre mi cabeza, apunte a su corazón y la clave.
-¡Maldición!; Apenas penetro cuatro centímetros en su cuerpo. El Conde se despertó, se puso de pie y con una mano me agarro del cuello y me empotro contra la fría piedra de la sala. Se acerco hacia mi paso a paso. Me levanto del suelo y con una mano me apretó el pecho contra la pared mientras que con la otra me giraba la cabeza dejándome al descubierto mi frió cuello. Lo atravesó con sus colmillos y lo ultimo que pude oir eran las carcajadas despiadadas de mi hermana.
¡Titititi, titititi!, Sonó el despertador. Eran las siete de la mañana. Me costo abrir los ojos y reconocer donde me encontraba. ¡Era mi habitación, estaba en mi casa, todo había sido una pesadilla! Me levante alegremente para ir a trabajar. Era lunes. Mi padre estaba abajo en la cocina preparando el desayuno. Mi madre estaba en la cama echándose un cigarrillo como hacia por costumbre. Mi hermana Patri ocupaba el cuarto de baño. Solía tirarse siempre un cuarto de hora pero ese día no me importaba. Mi hermano Miguel estaba embobado viendo la tele de su cuarto mientras se vestía lentamente para ir a la universidad. De pronto oí un grito:
-¡Lola, lola, nos ha tocado!. Grito mi padre. Mi madre bajo a tropezones las escaleras preguntando:
-¿Qué nos ha tocado?
-¡Pues el viaje a Transilvania, hombre, he abierto el bote del colacao y aquí esta el premio!; Contesto el.
Un escalofrió recorrió mi cuerpo. No podía ser. ¡No, no, no…!

FIN

Un comentario sobre “En la penumbra”

  1. Buen relato Javier. Un relato de ciencia ficción con un final interesante porque podría kkegar a ser una realidad. La historia del Conde Dracul sombreano la existencia. Bueno de verdad.

Deja una respuesta