Para medir toda esa distancia que abarca la expansiva onda de tu esencia en medio de los tubulares sueños del invierno, aquí, en cada recóndito panel de este implícito escenario donde las burbujas del viento arrebolan de esporádicas esporas los viejos robledales, yo me sumerjo para percibir el fresco aliento de los alisos y enhebrarme con cenefas de laurel: “… los árboles inclinaron sus ramas para ofrecerla los más jugosos frutos de su edénico transcurrir; mas ella quedó sumida en una larga continencia de sentires `y pensó que ya era el momento de acudir a la fiesta de palacio sólo para hacer que el tiempo del desengaño se disipara en un mar de globulinas que hiciesen renovar su sangre…”