Voy remando con fuerza,
de una manera valiente,
que el cansancio no venza,
mi lucha contra corriente.
Espumas blancas me salpican,
aguas bravas desalmadas,
mientras mis brazos suplican,
la llegada de aguas calmadas.
El cuerpo mío no tiene frio,
los calambres no los siento,
el gris cielo está sombrío,
y este destino es incierto.
Se oye el murmullo de la cascada,
al romper entre las dos aguas,
oxígenadas burbujas suben en manada,
chocando contra la frágil piragua.
La pendiente está horizontal,
calmados estan los vientos,
el cansancio sólo es mental,
pasado ya de otros tiempos.
Sigue remando hasta que llegues a la orilla de tu salvación, amigo kiowa. En tu poema hay suficientes burbujas oxigenadas para abrirte espacio en el destino de estas aguas bravas que son la vida.
La tempestad ha bendecido mis despertares marítimos.
Más ligero que un corcho he danzado sobre las olas
a las que se les llama apisonadora de víctimas,
diez noches, sin perder ni una vez de vista
el ojo necio de las luces del puerto. (Rimbaud9