Impía sociedad
plagada de seres bravos.
Conciencias apagadas
maquinando justificaciones
que les den credibilidad,
hurgando en nuestro interior
donde estalla el eco de sus voces.

Una extraña sensación de temor
invade la máquina de mi tiempo,
se acelera, se abate, se descompone su latir.
No debo penar por este sufrir.
Abandonaré este lugar,
antes, mucho antes de rendirme
a la evidencia de sus mentiras,
de sus ataques.

Un laberinto de palabras
juega en la noche.
Rompecabezas inconcluso
que no me deja vivir.
Si pudiera retroceder en el tiempo
tomaría otro camino.
No importa si es más abrupto,
Más extremo, más oscuro.
Y si muero de dolor por lo que aquí dejo,
no me lamentaré.
Me llevaré el recuerdo
de todo lo acontecido
hasta este mismo momento.

Nuevos pasos, nuevos rumbos.
Sin volver la vista atrás.
Quiero vivir la vida,
no puedo sufrirla más.
Pero unos lazos me atan
como cadenas a esta cárcel,
tan dulce como amarga,
en la que está en juego mi vida

Mi condena será si me quedo
un doloroso sufrimiento.
Mi conciencia pide libertad a gritos.
Mi corazón palpita en deseos
de seguir esta amargura.
Esta dualidad me consume
deseando salir de este lugar.
Y a la vez ilusionada
de ser el perfume de las flores
que en el puedan brotar
enloquezco,
muero,
alucino,
claudico.

Siento que soy ceniza de una hoguera que dio calor en su día a otros corazones, que temblando de frío marcharon en pos de una pasión que yo ya no podré dar.