Apenas podía disipar su imagen entre las hojas levantadas por el viento y arena.
Apenas le veía, pero podía sentir su caminar lento, su caminar suave y queriendo llegar hasta mí.
La fuerza del tiempo me impedía acercarme a él, y mis manos tenían que sostener mis cabellos para no enredarme en un lío de arañas.
Allí estaba él, tal y como esperé, tal y como mis sueños me contaron que llegaría.
Entonces se acercó más y más hasta que nuestros brazos se fundieron como gotas de agua en el mar y nuestros besos limpiaron la brisa del ayer.
Tal y como soñé, él estaba allí, allí y para siempre, como estrellas en cada noche, como ramas caídas en otoño.
No era la imagen de un libro, ni el cuento con final feliz, eras tú y era yo… éramos dos amándonos más allá de la esperanza, más allá del triunfo por haber logrado alcanzar la felicidad.
Y las ventanas se abrieron, los jardines florecieron y el temporal descansó entre las copas de los árboles en espera de otro regresar.
Y rieron al vernos, y rieron por nuestro amor mas nada pudimos oír pues nuestro corazón fue más fuerte que la multitud.
Tu pelo moreno se teñía de dorado bajo el sol, y tus ojos pardos fueron verdes como el frescor de la bienvenida.
El libro se cerró, las cartas leíste y todo terminó en un escondido baúl de recuerdos y de destinos llegados. Todo lo que ahora tengo no es mi tinta, ni son mis pedidos al amor… eres tú y tus cabellos llegando en un lento caminar entre viento y arena.