De la historia de mi vida; quisiera poder escribir algo, pero aún no puedo. Ya llevo largo tiempo en esto, intentándolo. Tengo la sensación que para poder siquiera hacerlo, falta aún.
Ese es el primer problema. Todavía no he nacido. Vivo al interior de una joven señora a la que elegí por madre en esta vida. Ella es dulce, preocupada y un poco temerosa. Cuando me muevo y trato de mirarme, se asusta, y corre al hospital con el señor que duerme con ella. Quizás si es el mismo al que elegì por padre; antes no roncaba.
Parece que en esta piscina transparente que me envuelve por completo, los movimientos, aunque sean pocos, crecen.
Es hasta divertido, porque siempre floto, nunca tengo frío ni calor; tampoco hambre. Nada parece faltar. No es que me mueva mucho, estoy sujeto a un ancla. Una trenza roja que sale de la mitad de mi, y va hacia arriba. No puedo ver bien donde termina, tal vez mi madre la sostiene, y debe sostener firme, a veces las aguas se agitan mucho. Es que en el último tiempo hasta tengo ganas de patalear, los remolinos que se forman me hacen cosquillas.
En estos momentos hay más remolinos que antes, y me sacuden entero. Siento que mi madre no volvió a casa, se quedó en el hospital. También escucho voces nuevas, en especial a alguien que parece dar órdenes y habla mucho. Casi tanto como hablaba yo, cuando tiempo atrás era ¿un joven juglar o un poeta?; no lo recuerdo bien. Si sé que viví muchos años, y que cuando atravecé el manto negro, tenía arrugas y mi cabeza blanca. Tan blanca como el lugar donde viví después. Era en las alturas, y casi siempre estaba sentado con las piernas cruzadas con mi túnica roja…o era blanca ?.
Ese es el otro problema, he olvidado partes importantes de la historia de mi vida; y algunas hasta se me confunden.
Aún sigo en el hospital, y mientras más me agito, más olvido. Incluso olvidé unos versos que hasta hace poco recitaba en silencio. Alguna vez, los dije en voz alta; cuando navegaba, cuando era marino. Tal vez mucho antes de ser poeta. Tampoco lo recuerdo bien.
Siento venir algo bueno, no sé qué, pero viene. Pueden ser mis manos, ahora las veo mejor. Son unas masitas que han ido tomando forma, cada una por separado. Siento que con ellas podre escribir alguna vez, ojalá sea luego.
La piscina que me rodea se agitó como nunca. Como las tormentas de marino.
Mi madre se aburriò de mis lamentos, tiró del ancla y las aguas desaparecieron. El cielo se abrió, llenándome de luz y se llevó todos los recuerdos de mi memoria, mientras un gigante blanco me tiraba de los pies y me daba unos golpecitos.
Me puse a llorar, al menos eso no se me habìa olvidado.
Todavía sigo leyendo tu texto, después de haberlo hecho un par de veces…
un abrazo
Bello, me gusta como el feto habla como una persona anciana y experimentada.