Una luz (plegaria de la noche) ilumina mi espíritu silente y el eco de una voz lejana (alguien buscando a alguien) despierta mis sentidos. Más allá hay un pequeño acantilado; allí donde los grillos cantan su siempre penúltima sonata y a donde acuden las últimas alondras, las que siempre me esperan, las que nunca me abandonan, las que continuamente me van señalando el camino. Y así… envuelto en las capas del silencio… camino hacia esa luz (plegaria de la noche) que ilumina mi espíritu silente.