Este Mediterráneo que se nos ahoga…

Cuando la luna menguante toca mis ocho sentidos prefiero, por un momento, cerrar los ojos y callar. Callar para conocer bien el mensaje de las mareas, las verdades que dan vueltas al globo… y entonces es cuando mis sentimientos ocupan su lugar exacto en un mismo latir con las olas del mar. Es cuando empiezo a sentir el íntimo ritmo de lo cotidiano descifrando los misterios de este Mediterráneo lleno de espiritualidades. De ninfas y nereidas mitológicas, de legendarios enigmas homéricos, de transiciones históricas pretéritas, de duendes marinos…

Pero el Mediterráneo, que todavía sigue siendo una especie de lago azul, ahora está atravesando una dura crisis; ahora lo veo como un plato de sopa lleno de gentes agitadas… porque la vida, aquí y ahora, es una dualidad: por un lado está la vida mediterránea de la febril agitación social diurna. Por otra se encuentran ciertos lugares nocturnos llenos de serenidad espiritual junto a las olas del mar. Sin embargo, en medio de las luces y sombras, hoy 6 millones de toneladas de basura amenazan la vida de estos hermosos lugares mediterráneos. Hay mucho plástico arrojado y también mucha contaminación. Y este mar, al que un día el escritor alemán decimonónico Otto Ludwig lo denominó como “el mar femenino”, hoy está a punto de morir ahogado.

Ludwig lo llamó “el mar femenino” porque estaba enamorado de los tiempos de Homero y veía en él a la bellísima Calipso, hija del titán Atlas, reina de la isla de Ogigia y amante durante siete años de un Ulises con quien tuvo 7 hijos y que murió de penas de amor cuando fue abandonada por él; lo llamó “el mar femenino” porque también veía en él a la Circe homérica, otra amante de Ulises (con quien tuvo 3 hijos) que fue diosa y hechicera a la vez que reina de la isla de Eea. Y, cómo no, lo llamó “el mar femenino” porque veía en él a la hermosa Ushas, hija del cielo y hermana de la noche, bañándose en sus aguas (enseñando sus pechos a quien tenía la suerte de descubrirla) después de haber caminado en una carroza tirada por siete caballos rojos, vestida de novia a veces y otras de bailarina con refulgentes joyas.

El francés Ferdinand Braudel, quien para muchos ha sido el mejor historiador del siglo XX, cantó innumerables alabanzas sobre el Mediterráneo en su célebre Historia de las Civilizaciones. Y fue en este mar donde se inspiró el poeta Dinko Pavlov para escribir sus “Versos para una sirena solitaria en una caleta”. Es toda una inmensa historia romántica la que hay escrita alrededor de este Mediterráneo todavía lleno de ánforas con vino y cenizas, de poetas coronados en sus espumas blancas, de perros vagabundos paseando por los puertos bajo la luna, de viejos marinos deambulando por sus playas en busca de misteriosas estrellas, de locos lectores de Eduardo Sábato que vinieron hasta aquí para hallar explicaciones al Uno y al Universo, de pequeñas princesas que quieren hacer el amor desnudas y tendidas bajo el influjo lunar de las mareas, de guionistas de cine buscando historias atractivas o de gatitos blancos soñando con ser los protagonistas de novelas imposibles de escribir.

Fue en los tiempos de Eneas cuando se le comenzó a llamar “Mare Nostrum” a este Mediterráneo que siempre ha sido un puente de comunicación para multitud de pueblos, culturas y civilizaciones históricas. Es en este mar donde radican las míticas leyendas de los Atlántidas y los Argonautas donde hoy estoy sintiendo la influencia de la luna menguante. Mar terrícola de dioses y héroes enfrentados entre sí en alucinantes batallas de celos, de aventuras erotómanas llenas de pasiones y venganzas mutuas.

Hoy, aquí, en Baños del Carmen (un privilegiado lugar de la bahía malagueña, vergel vegetal lleno de eucaliptos), todavía existe suficiente serenidad para sentir en libertad… pero las cercanía de las urbanizaciones deshumanizadas está amenazando ya la pacífica existencia de Baños del Carmen. Y ahora recuerdo a Juan Manuel Serrat y su orgullo de haber nacido junto al Mediterráneo (una mujer perfumadita de brea que se añora que se quiere que se conoce y se teme) mientras escucho al cantaor alicantino Antón Moreno cantar su “Oda al Mediterráneo” con letra de José Luis Ferris.

Pedro es un viejo marino malagueño ya retirado del oficio. Hoy ha hablado conmigo y me ha dicho que en sus últimos años de alta mar ha visto llorar más de una vez al Mediterráneo pidiendo auxilio porque se está ahogando. Parece una contradicción que todo un mar se ahogue… pero es cierto… se está ahogando de basura y las nereidas ya no se atreven a quitarse sus bikinis para nadar desnudas en la espuma ni Neptuno osa más bañarse en pelota picada.

Sé que varias Sinfonías de Ludwig Van Beethoven (especialmente las 3ª., 5ª y 6ª.) están llenas de aroma e inspiración mediterráneas, pero ahora que anochece, bajo esta luna menguante en Baños del Carmen, los espectros fantasmales de los Doria, los Fieschi, los Grimaldi, los Spínola y los dux Francesco Fosari, Marco Fosarini, Francesco Loredano y Ludovico Manin (entre otros muchos amantes renacentistas de este mar) se me presentan y me preguntan ¿qué estáis haciendo con el Mediterráneo?.

No puedo explicarles la desidia de los hombres y las mujeres del mundo actual. Sólo lanzo la vista al frente e imagino Almería, Bugía, Cagliari, Palermo, Metona, Corón, Creta, Rodas, Sidón… tan llenos todos ellos de historia y hoy tan ennegrecidos por el humo asmático de la contaminación moderna.

Me despido del marino Pedro, el malagueño que amó al Mediterráneo como a sí mismo, y cierro el Diario con un último pensamiento: “Iré a ti como rito cotidiano a descifrar tus aguas y su mensaje, a descubrir tus señas espirituales, a transferirme en tus enigmas, a imaginarme también en tus oleajes para entrar en comunión con toda tu leyenda y volver a rodearte, mar femenino, toda entera y con la pasión de siempre”.

Mañana volveré a despertar si el futuro me da otra nueva oportunidad de ver la luz del sol. Mientras tanto espero que el Mediterráneo no se nos ahogue definitivamente.

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