Las estelas de los aviones que se cruzan en el firmamento son como las vidas de los que han sido y ya no son. Su rastro va difuminándose con el viento, hasta desaparecer. De aquellos que se marcharon sólo queda el recuerdo entre sus allegados. De las estelas que dejan los aviones no queda nada, ni siquiera el recuerdo de aquéllos que volaban en ellos. Porque ni siquiera pudieron percibir esas estelas. Las vemos desde el suelo, cuando en un día claro elevamos los ojos hacia arriba. Ni siquiera las percibimos cuando sólo nos fijamos en el suelo, o cuando miramos hacia el frente, sin elevar la mirada.
Las estelas que dejan los aviones nos hacen preguntarnos por el camino que han tomado, los lejanos destinos a los que viajan los pasajeros, sus inquietudes, sus vidas, sus ilusiones. Que son actuales pero que pasarán.