La Luna aquella noche sonreía como la amada tras el beso suave que recibió.
No pudo ver las estrellas, ocultas por la maldita luz de la ciudad. ¿Habíanlas olvidado los hombres al cubrirlas con sus bombillas? Quizá, con su desaparición, perdieron lo bello que su alma albergaba, pues en fin, ¿qué vale más, una farola o una estrella?
Ahora duermen, tranquilos en su inmensa eternidad, las cubrió el hombre para intentar iluminar la oscuridad de su corazón. Mas no funcionó, incluso empeoraron. ¡Que las levanten, apagad las luces y volved a ser humanos! ¿Por qué me robaron las estrellas? Necesito verlas ahora que tú duermes, para admirar algo digno de tu belleza. Sino mi noche será vacía y triste, a solas con la Luna.
Y su sonrisa ya no es feliz, es triste, no poder ver a sus hermanas la tiene sumida en la más profunda depresión ¡Devolvedle las estrellas!
No habrá Luna llena sin ellas, pues ésta se verá vacía aunque el Sol, el maldito Sol, nos muestre su grandeza al reflejar en el pequeño satélite su inmenso poder ¿Y de qué nos sirve una Luna que no se llene?
El silencio en mi casa es parejo al silencio de este oscuro cielo, sin puntitos que contar. Recuerdo de niño jugar a ver figuras al unirlos. Demasiado hace ya de aquello, y mi alma se envilece por su ausencia.¡Dadme mis estrellas, mis constelaciones propias creadas en la inocencia de mi infancia!
Algún grito atraviesa la noche hasta dar con mis oídos, en cierto lugar una persona llora.
Me uno a tu grito. !Que nos devuelvan las estrellas llenas de luz!. !Que nos devuelvan la magia de la noche encendida!.