Perpetua cadena de eslabones
montando una esperanza de ruidos,
la silla de las cuatro patas
balanceándose al borde del abismo,
un terrícola silvestre
que se hunde en el portal
de las luces del sueño
y el péndulo de plata
de todas las vivencias
acompañando la sinfonía
de las parábolas del aire.
Entre los dedos de la mano
un atardecer rugiente,
entre las agujas del reloj
un brote de semillas
y delante de una pantalla
de colores fluorescentes
un montón de calaveras
que se ríen del alma.
En el espeso calendario
de hojas amarillas como el tiempo
alguien escribe siempre
un pensamiento otoñal.
Y al final de la escalera
un extraño ser viviente
nos habla de la Razón.